Monday, January 19, 2009

Reflexiones del inicio del 2009 (II): Nuestra propia falibilidad

Nuestra propia falibilidad

«Quizá esté yo equivocado y tú en lo correcto,
quizá con un esfuerzo a la verdad nos acerquemos».

Karl Raimund Popper
El credo de Popper [1] es un llamamiento al diálogo, al intercambio y la crítica constructiva de ideas —propias y ajenas—. Un grito a favor de la tolerancia y la razón, y en contra del fanatismo y el autoritarismo. Es también un recordatorio de las limitaciones de nuestros conocimientos, de nuestra propia posibilidad de errar —como humanos al fin— y, en consecuencia, de la necesidad de ser modestos. Invita a un esfuerzo continuo por aprender de otros y de nuestros propios errores, y de tratar siempre de buscar y acercarnos a la verdad.

Aunque la idea parezca moderna, es realmente mucho más antigua: ya Sócrates e incluso el presocrático Jenófanes la practicaban y predicaban hace más de dos milenios.

Sus implicaciones prácticas son profundas y extensas. Ciertamente, muchas calamidades a lo largo de la historia humana hubieran sido evitados si se hubiera practicado esa idea.


Recordemos sólo la historia reciente. Millones de seres humanos de buena voluntad creyeron en el siglo XX en la infalibilidad del sistema comunista. Tuvieron fe en que podía conducirnos a una sociedad más humana, más justa. Pero la realidad resultó ser otra: en la práctica, en vez de eso, produjo dictaduras, gulags, campos de concentración, pobreza, restricción de libertad, presos políticos y millones de muertos. (No olvidemos que muchísimos intelectuales —personas educadas, inteligentes y pensantes— en el Occidente y en otras partes del mundo estuvieron a favor de ese sistema y lo apoyaron).

El fanatismo ideológico nos trajo también los fenómenos del nazismo y fascismo. Y hoy el mundo sufre las consecuencias de los fanatismos religiosos y las violencias que han desencadenado.

Personalmente pienso que lo más sorprendente (al menos inicialmente) es darnos cuenta que esa idea es también aplicable a nuestros conocimientos científicos —incluso en las ciencias naturales—. A pesar de la rigurosidad del método científico, las teorías científicas sólo se basan en los conocimientos que se posee hasta el momento. Al aflorar nuevos conocimientos, algunas teorías son sustituidas por otras, algunas viejas descartadas, corregidas, o ampliadas y mejoradas. Un ejemplo conocido —quizás el más notable— lo tenemos en las teorías de Newton y la mecánica clásica: en el siglo XX fueron reemplazadas por la teoría de la relatividad de Einstein y poco después surgió la mecánica cuántica.

Quienes seguimos con interés los avances de la medicina y la fisiología, vemos con frecuencia que suposiciones aceptadas son descartadas posteriormente. (Y si nos remontamos a la historia de la medicina, nos encontramos con tratamientos totalmente erróneos que eran comúnmente practicados en siglos pasados).

En la medida en que aumentan nuestros conocimientos, afloran también más interrogantes. Mientras más conocemos, se acrecienta nuestra consciencia de nuestra propia ignorancia.

Hoy estamos pagando las consecuencias de otra falla del conocimiento humano: el descalabro del sistema financiero internacional. Una de las razones que se señalan es la falla de una de las premisas, la de que el sistema bancario y sus actores podían autorregularse, actuando siempre a favor de los intereses de los accionistas.

A la vista de todo eso, la humildad luce necesaria. Siempre.

Incluso en ámbitos mucho más reducidos, nos beneficiamos con la aplicación de la idea de Popper. Imaginen cuántos conflictos interpersonales entre esposos, familiares, amigos, colegas, y hasta entre desconocidos se pudieran resolver si nos mantenemos abiertos al diálogo, y estemos dispuestos a admitir nuestra propia falibilidad y a escuchar y aprender de los otros. (Claro, esa actitud debe ser recíproca y no unilateral).

Afortunadamente existen muchos seres humanos de buena voluntad que buscan afanosamente la fórmula para convertir este mundo en un lugar mejor, para hacer de la humanidad más humana. Me parece que obrarían bien en incorporar la idea de Popper como una de las bases de dicha fórmula.


Nota
[1] En inglés original es “I may be wrong and you may be right, and by an effort, we may get nearer to the Truth”, publicado por primera vez en Open Society (1945, volumen II, capítulo 24). La cita en español que hemos seguido aquí viene de:

K.R. Popper, “Introducción”, El mito del marco común. En defensa de la ciencia y la racionalidad (The Myth of the Framework: In Defence of Science and Rationality), trad. al español M.A. Galmarini, Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica, S. A., 2005, p. 13.

Imagen
La Discussion politique. Pintura por Émile Friant (1889). Fuente: Wikimedia Commons http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Friant_La_Discussion_politique.jpg

6 comments:

Yahuan said...

Creo recordar que una vez, hablando de un tema complicado en una discursión acalorada, decidí ponerme en el punto de vista del otro y ceder ante el otro; pues bien, el otro me dijo: "Lo ves como llevo razón, ya estás cediendo". Y yo pensé, que ceda no significa que lleves razón sino que soy más tolerante.

Esto no es más que la expresión de nuestra intolerancia generalizada, que impide la tolerancia particular.

Por cierto, ahora pienso que yo no fui más tolerante al ceder, sólo fui más una persona que intentaba ser más comprensiva.

Una pregunta: ¿Qué ocurriría si una persona es fanática del amor o del bien o así?

Lo que dices de la ciencia me parece muy acertado. Recordé de hecho cómo muchos anuncios mezclan toques científicos (la mayoría de las veces mezclado con mucha mentira) y entonces la gente ya va ciega a creérselo todo, rápido, rápido.

Muy buen post, disfruté leyéndolo a pesar del cansancio que llevo encima.

YEL said...

Creo que has traído un interesante tema. Tolerancia para nuestro caso es (según el diccionario de la Real Academia):

«Respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias».

Y comprensiva es:
«Dicho de una persona, de una tendencia o de una actitud: tolerante».

Por lo visto, no hay realmente diferencia.

La Wikipedia en español menciona algo atinado. Tolerancia por respeto al individuo puede describirse como:

«No estoy de acuerdo contigo, pero te dejo que lo hagas por respeto a las diferencias».

Claro, lo entiendo como válido siempre que no implique que la posición del otro que uno tolere viole nuestros propios derechos o los derechos de otros.

No soy un experto en el tema, pero voy a compartir lo que pienso al respecto:

Creo que si cediste porque pudiste comprender el razonamiento del otro, pero como quiera no pensaste que era lo correcto o era correcto pero no invalidaba tu propia posición (pueden coexistir diferentes puntos de vistas válidos), entonces fuiste tolerante. «Toleraste» su idea, a pesar de que no la considerabas correcta, o aunque la veía como correcta, no era la única válida y estaba en contra de la tuya propia.

Pero si comprendiste el punto de vista del otro y lo aceptaste como válido, y era lo suficientemente convincente como para invalidar tu propia posición original, entonces me parece que sí fuiste comprensiva. Extendiste tu comprensión y aceptaste un nuevo punto de vista, descartando el tuyo original. Allí entonces al final no hubo necesidad de tolerancia. (Aunque quizás inicialmente la tolerancia sí fue necesaria para que tuvieras la disposición de comprender al otro).

Sobre el fanatismo, la acepción a usada en la entrada se refiere a la creencia ciega en algo, que excluya cualquier posible discusión o razonamiento.

Todos (o la mayoría, incluyéndome a mí) estarían de acuerdo con que creer con fuerza en el amor y el bien es algo correcto. Quizás el peligro del fanatismo aquí es cuando alguien define lo que entiende por bien o por amor a su manera y descarte cualquier razonamiento y se niegue a escuchar otras voces. Muchas cosas se hacen en nombre del «bien» que al final no resultan tan bien. Lo mismo en el amor.

Gracias por pasar y dejar tu interesante comentario. Voy pronto por tu libro.

Abrazos.

Franziska said...

Quería, en primer lugar, darte las gracias por tus atentas palabras en mi blog. Te lo agradezco sinceramente.

Acabo de ver la complejidad del tema que planteas. No es cosa que me sorprenda viniendo de ti. Trabajo bien programado y meticuloso.

Sinceramente tengo que reconocer que son tantos los hilos de los que se puede tirar para hacerte comentarios, que tendría que emplear horas en exponer mis razonamientos. Tengo que ajustarme, pues, a lo que es más sencillo. Todo lo que expones es razonable pero -y aquí empieza el problema- es imposible que el hombre -es decir, nuestra especie- esté dispuesta a pararse a pensar y a aceptar para sí una vida racional. Basta con tomar solo en consideración a los miembros de una familia y si son cinco, hallaremos cinco formas diferentes de entender la vida. Hasta ahora no ha habido sistema político ni religioso capaz de ser aceptado y seguido voluntariamente por todos los hombres por más lógicos y razonables que hayan sido las enseñanzas de Confucio, Buda, Jesucristo o Mahoma.

Ya para acabar: una cosa son las bellas teorías, otra los hechos.

Es solo mi opinión y como tal debes tomarla. No es que yo considere que si las cosas se hicieran como tú sugieres, no darían excelentes frutos, no, de ninguna manera. Mi opinión es que tratándose de nuestra especie, hasta ahora no hemos encontrado la manera de ponernos a todos de acuerdo.

Rosa Silverio said...

Hola, YEL.

Esta entrada es estupenda. Me gustó mucho y ya se la envié a algunos amigos por considerarla de gran valor.

Yo soy muy vehemente y defiendo con mucha pasión mis ideas, pero hay dos cosas contra las que siempre he luchado y son la intolerancia y el fanatismo.

Creo que siempre debemos estar dispuestos al diálogo, al debate, incluso a reconocer cuando no tenemos la razón, cuando el otro nos hace ver su punto de vista y nos damos cuenta de que en realidad estábamos equivocados.

Desde mi punto de vista al mundo le falta tolerancia y le sobra fanatismo. Por eso han sucedido muchas de las cosas que mencionas en tu entrada.

Yo soy de las que entiende que no soy quien para imponerle a nadie mi criterio y respeto que el otro actúe de la manera en que le parezca más conveniente, aunque no esté de acuerdo. Claro, siempre y cuando no viole mis derechos.

Por ejemplo, imagínate que al vecino del colmado le parezca que es bueno tener la música altísima pero a mí no porque viva a su lado. Ahí hay una violación de mis derechos (así lo entiendo yo) por lo que en este caso no puedo quedarme callada.

Ahora bien, en asuntos como la preferencia sexual (uno de los que más me preocupan), la eutanasia, la religión y el aborto, a mi entender son de carácter privado, y nosotros no somos quiénes para decidir qué cómo deben ser o actuar las personas en estos casos.

Con relación a lo de tener razón a mí me ha pasado que a veces yo convenzo al otro y entiende mi punto de vista, otras veces sencillamente no nos ponemos de acuerdo pero el intercambio de ideas ha sido interesante y saludable, y en otros casos a mí han terminado convenciéndome porque no sólo los argumentos de la otra persona han sido sólidos sino porque me ha demostrado de alguna manera su verdad, porque le creo.

Yo trato de estar abierta a las cosas y de comprender, pero también tengo mis propias opiniones.

En todo hay que encontrar el equilibrio y sobre todo siempre recordar que no somos infalibles.

Te dejo muchos saludos y espero que estés muy bien.

Cuidate mucho,

Ro

YEL said...

Hola Franziska:

Como siempre, gracias por tu visita y tus cometarios.

Me permito compartir algunas opiniones personales sobre tus interesantes apreciaciones.

Ante todo, creo que no sería realista pensar que siempre el ser humano va a actuar racionalmente. No lo hacemos ahora, ni estoy seguro que en el futuro evolucionemos a un estado perfectamente racional. Tampoco sé si eso sería lo ideal. Nunca habríamos conquistado el Everest, la Luna, el Polo Sur, el Polo Norte, etc., si sus protagonistas hubiesen sido perfectamente racionales, al menos no con las herramientas y condiciones existentes en esos momentos. Tampoco Colón hubiera llegado a América.

También creo que las discrepancias de opiniones, ideas, etc., tienen su utilidad, por cuanto permiten contrastar ideas y sacar las más valiosas. Permiten el progreso. Lo que aún nos falta es aprender todos a discutir y dilucidar las diferencias en forma civilizada, sin violencia. Pero tengo la esperanza que eso llegará en el futuro, aunque quizás nos falten todavía varios siglos. Sí creo que con la experiencia del libre intercambio de ideas, la crítica de las ideas propias y ajenas, poco a poco todas las sociedades humanas irán aprendiendo a dilucidar las diferencias sin violencia. La experiencia en algunas naciones que han abrazado en décadas recientes el pluralismo político es reveladora: en algunas sociedades hemos visto, a través de las imágenes televisivas, que las discusiones políticas entre senadores o sus equivalentes terminan hasta en agresiones físicas (para no decir verbales). Sucede así porque la experiencia para ellos es reciente, pero a medida en que adquieren más experiencias, los impulsos agresivos para imponer por fuerza las ideas propias terminarán cediendo. Si alguien sigue con esa tendencia, terminará siendo rechazado por los otros.

Así creo que sucederá poco a poco también entre las diferentes sociedades, entre las naciones.

Es una pura conjetura propia mía, pero posiblemente dentro de unos siglos, cuando una armonía universal y una convivencia pacífica en el mundo sean realidad, no será porque hayamos ingeniado algún nuevo esquema económico y político, o alguna ideología hasta ahora desconocida. Sucederá porque los humanos habremos aprendido con la experiencia y la práctica —tras muchos siglos de tropezones, de golpes mutuos y de egoísmo—, que todas esas prédicas que hemos escuchado y leído a través del tiempo tenían sentido real y son beneficiosas para nosotros mismos, para todos.

No sucederá de un día a otro, ni vendrá repentinamente por alguna revelación de algún nuevo sabio, sino como producto de un aprendizaje gradual y de experiencias amargas de muchos siglos.

Abrazos.

YEL said...

Hola Rosa:

Gracias por pasar y dejar tus apreciaciones.

Concuerdo contigo: la tolerancia hace mucha falta en el mundo y existe aún demasiado fanatismo.

Pero no se debe tolerar la intolerancia, ni las violaciones de derechos. Me alegra que defiendas tus derechos y protestes contra el colmado con su música a altos decibeles. Hay muchas otras situaciones similares en nuestra sociedad: las motocicletas sin silenciador (muchas son de los colmados), la música alta en los vehículos en marcha, etc. Bueno, tomará tiempo y será un proceso gradual para que todos aprendamos y nos acostumbremos a respetar los derechos de los otros.

La apertura a las ideas y opiniones ajenas es parte de la tolerancia (y también parte del aprendizaje), y también me alegra que compartas eso. En eso, creo ayudaría mucho la experiencia y la práctica. Si, por ejemplo, en las escuelas y en las casas, se fomenten y acepten situaciones en las estén presentes las discusiones respetuosas de opiniones diferentes, las personas se acostumbrarán y aprenderán.

Comparto una experiencia propia: en la escuela secundaria, una vez en una clase un grupo de tres estudiantes amigos formamos un grupo para redactar un documento. Nos pusimos de acuerdo que cada uno tenía que redactar su versión y confrontaríamos las tres versiones para sacar el documento final. Llegué con mi documento que consideraba de mi parte impecable. Había considerado «todos los ángulos» y el estilo era «excelente». No creía que podía faltarle algo a mi versión (debo mencionarlo, no por inmodestia, sino para explicar mejor la historia: yo era un excelente estudiante, los otros dos también, pero casi siempre yo sacaba las mejores notas de la clase). Bueno, cuando leí mi versión, una de los otros dos del grupo me dijo simplemente que no estaba del todo de acuerdo y que tenía algo diferente en su versión. Tras escudar la versión de ella, yo de mi parte no podía honestamente decir que ella no tenía la razón, al menos parcialmente. Para mí esa fue una experiencia extraordinariamente reveladora y didáctica: palpé y experimenté en persona —creo que por primera vez— que otros puntos de vista ajenos pueden ser igualmente válidos y los propios no siempre son infalibles.

Experiencias similares ayudarían mucho, sobre todo a los niños y jóvenes.

Muchos abrazos Rosa. Que estés muy bien.

P.D.: Has mencionado como ejemplos otros tópicos controversiales (eutanasia, aborto y demás) que tomarían mucho más espacio para comentarlos. Los voy a dejar tranquilos ahora.