La promoción de la cohesión dentro de grupos humanos por sus líderes muchas veces ha sido llevado a cabo con la creación y/o el incremento del prejuicio negativo hacia los otros grupos. Y aún cuando no fuesen productos de planes fríamente concebidos por los líderes grupales y/o políticos para sus propósitos maquiavélicos, los prejuicios también pueden surgir como parte inherente de la naturaleza humana: son consecuencias de la categorización (clasificar los objetos en diferentes categorías), que es parte natural del funcionamiento de la mente humana, tal como ha sido demostrado por investigaciones de cognición social de las pasadas tres décadas [1].
Innumerables conflictos inter-grupales han ocurrido a lo largo de la historia humana como consecuencias de los prejuicios: luchas políticas e ideológicas; conflictos religiosos; odios, opresiones y luchas étnicas y raciales; condenas por prácticas sociales poco ortodoxas; luchas por diferencias culturales; conflictos entre naciones, etc.
La tolerancia, en su acepción de “respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias” (del Diccionario de la Real Academia Española), ha sido la herramienta tradicionalmente impulsada como medio para combatir los prejuicios y sus nefastas consecuencias.
Pero ¿es la tolerancia suficiente? De acuerdo al psicólogo social Todd L. Pittinsky, de la Universidad de Harvard, la tolerancia solo sirve para eliminar los sentimientos negativos hacia los otros, pero no genera los sentimientos positivos hacia ellos. Toleramos aceptando las diferencias, pero ello no significa que al tolerar lleguemos a apreciar los rasgos positivos de los otros. En el mejor de los casos, la tolerancia llega a eliminar el odio y repudio a otros individuos y grupos de personas, pero conceptualmente no promueve la apreciación de los valores positivos de los otros.
Investigaciones en psicología en las pasadas décadas han demostrado que la confianza y desconfianza no son necesariamente dos extremos de la misma construcción psicológica, sino dos construcciones distintas. Con la atracción y la repulsión ocurre lo mismo. La disminución de la repulsión no conlleva necesariamente a un incremento en la atracción, y viceversa [5].
Existen también límites en cuanto al alcance de la tolerancia. Pittinsky señala las debilidades en las cuatro estrategias tradicionales para la promoción de la tolerancia [1, 2]:
Pueden existir competencias entre los grupos que generen situaciones en que el éxito de uno sea a costa del fracaso de otro, que dificultan mucho la disminución de los prejuicios negativos. Y aún de mayor peso: el hecho de que la categorización sea parte inherente del funcionamiento de la mente humana hace difícil eliminar totalmente los prejuicios.
Esta estrategia trata de enfatizar los valores y características comunes para categorizar los otros grupos como parte del grupo propio, o para definir un supra-grupo (o supra-identidad) al que pertenezcan los grupos disímiles.
Su debilidad estriba en que las diferencias existentes, reales o imaginarias, pueden ser explotadas por personas interesadas para socavar los intentos de crear una supra-identidad común. El caso de Ruanda es un ejemplo dramático: la historia común de casi 600 años entre Tutsis y Hutus no ha podido contrarrestar el odio engendrado por los líderes grupales enfatizando (y exagerando) las diferencias fisonómicas entre ambos grupos. El último conflicto de los Balcanes, ocurrido a finales del siglo XX, es otro ejemplo.
Los intentos de integración, fusionando grupos diferentes en un único grupo uniforme, resultan muchas fútiles por las marcadas diferencias reales. Y aún más, pudieran ser indeseables en los casos que sean realmente posibles: uno de los fundamentos del multiculturalismo es que existen ventajas en las diferencias [3].
Estudios del psicólogo estadounidense Gordon Allport demostraron que esta estrategia funciona cuando existen las condiciones ideales: cuando los grupos gozan del mismo estatus, comparten objetivos comunes, trabajan en cooperación, y sus trabajos son apoyados por las autoridades.
Lamentablemente estas condiciones óptimas no siempre pueden presentarse. De hecho, en situaciones de conflictos en curso, los intercambios suelen tornarse imposibles. Bajo condiciones sub-óptimas, los intercambios pueden producir un efecto contrario: incremento de los prejuicios.
Impulsa la visualización de los miembros de los otros grupos como individuos independientes y no como miembros de conglomerados diferentes al grupo propio.
En su contra está, de nuevo, la naturaleza humana y la categorización. Va también en su contra el hecho de que muchas decisiones públicas se toman en torno a grupos y no individuos.
Para mirar más allá de la tolerancia, y promover y medir políticas que impulsen la apreciación de las características positivas distintivas de grupos diferentes, Pittinsky ha creado el término alofilia (en inglés allophilia), palabra derivada del griego alo (diferente, otro) y filia (amistad, afición, simpatía).
Es un concepto concebido para ser aplicado a las relaciones entre grupos diferentes. Su alcance es extensa: puede aplicarse a división de grupos por raza, nacionalidad, lengua, género, clase social, zona poblacional, orientación sexual, religión, afiliación política, profesión, escuela artística, fanatismo deportivo, centro académico, etc. No se refiere a la actitud de benevolencia universal de algunas personas que aprecian, en general, a todos los demás. Como parámetro para la predicción de las relaciones inter-grupales, la alofilia pudiera tener mayor exactitud que las mediciones de la tolerancia, dado que las encuestas sobre la tolerancia y los prejuicios pueden inducir a respuestas no sinceras, sino condicionadas por las normas sociales (es mal visto ser poco tolerante o prejuiciado). Por el contrario, no existe una presión social similar para apreciar las cualidades de grupos diferentes.
De acuerdo a los resultados de las investigaciones, los cinco factores de medición de la alofilia son [1, 2, 3]:
Tener sentimientos positivos hacia miembros del otro grupo.
Sentirse cómodo y relajado con miembros del otro grupo.
Creencia de la existencia de una conexión estrecha con miembros del otro grupo.
Búsqueda de interacciones con miembros del otro grupo.
Sentirse impresionado e inspirado por miembros del otro grupo.
La alofilia en acción y las medidas para impulsarla han existido en la práctica desde hace mucho tiempo. Los tradicionales intercambios culturales, artísticos y deportivos han promovido desde hace mucho la alofilia. Lo que es nuevo es su formulación conceptual y el establecimiento de los factores para su medición. Formulando la separación conceptual entre la alofilia de la tolerancia se espera que se puedan establecer mejores planes y políticas para mejorar las relaciones entre los diferentes grupos humanos.
Una consecuencia positiva concreta de la alofilia es que es precursora de la disposición de ayudar al grupo por el que se profesa dicho sentimiento, tal como estudios con diferentes grupos raciales han podido demostrar [3].
Pittinsky es profesor de Política Pública de la Escuela de Gobierno Kennedy de la Universidad de Harvard, y Director de Investigaciones de esa misma escuela. Sus trabajos sobre la alofilia son relativamente recientes: datan de a partir del 2005. Es una obra que seguirá incrementando en los próximos años.
Promover la alofilia inter-grupal exige mucho de los verdaderos buenos líderes con visión. Muchos líderes inescrupulosos se han valido del fomento de los valores intra-grupales y el repudio a los otros grupos como la vía fácil para afianzarse en el poder y manipular a su grupo. No dejarse llevar por esa tentación, y a la vez impulsar a las personas a ver más allá de su tendencia natural al prejuicio requieren valor y esfuerzo.
Notas y Fuentes
[1] Todd L. Pittinsky, “The Allophilia Project”, artículo adaptado de Compass Magazine, Otoño del 2005, http://www.ksg.harvard.edu/leadership/index.php?option=com_content&task=view&id=381&Itemid=2, (23 de enero de 2008)
[2] Todd L. Pittinsky, “Tolerance Is Not Enough: Allophilia - a framework for effective intergroup leadership”, Compass Magazine, Otoño del 2005, http://www.ksg.harvard.edu/leadership/compass/2005/allophilia.pdf, (23 de enero de 2008).
[3] Todd L. Pittinsky, Laura M. Bacon y Loren Gary, “Beyond Tolerance”, Tikkun Magazine, Marzo/Abril del 2007, http://www.ksg.harvard.edu/ksgnews/Features/opeds/beyond_tolerance_tikkun.html, (23 de enero de 2008).
[4] “Positive prejudice. Really loving your neighbour”, The Economist, 15 de marzo de 2007, http://www.economist.com/world/international/displaystory.cfm?story_id=8859092, (25 de enero de 2008).
[5] Rebecca Tuhus-Dubrow, “Those people”, The Boston Globe, 6 de enero de 2008, http://www.boston.com/bostonglobe/ideas/articles/2008/01/06/those_people/, (22 de enero de 2008).
Imagen
Representación de Índice Global de Paz en el mundo.
La escala significa 1 = lo más pacífico, 5 = lo menos pacífico. La "paz" es entendida como la 'ausencia de violencia'.
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Tuesday, January 29, 2008
La alofilia: un paso más que la tolerancia
Posted by YEL at 3:03 AM PERMALINK
Labels: Alofilia, Política Pública, Prejuicio, Psicología, Sociología, Tolerancia
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