Monday, June 30, 2008

La Confianza

El texto siguiente lo escribí originalmente el martes 3 de julio de 2001 y fue enviado como mensaje electrónico a varios amigos.

Con las noticias que recibimos constantemente, un aspecto que mueve a preocupación es la pérdida de la confianza en los humanos que, en forma general, vamos sufriendo día a día. ¿Alguna vez se han puesto a pensar en el papel fundamental que desempeña la CONFIANZA en las relaciones humanas y la sociedad en general? Ciertamente entiendo que sin la confianza todo el funcionamiento de la sociedad humana, tal como la conocemos, tropezaría con grandes dificultades.

Situaciones diarias muy simples, sobre las que ni siquiera nos damos cuenta de cuyas implicaciones ni siquiera nos percatamos conscientemente [1], requieren de una gran dosis de confianza en los demás seres humanos:

  1. Los peatones que cruzan una calle pasando frente a vehículos parados en un semáforo en rojo, simplemente están confiando en que los conductores de vehículos sean lo suficientemente sensatos y civilizados como para respetar los semáforos. Esos indefensos peatones están de alguna manera confiando la seguridad de su vida en esos los conductores. De no poder sentir (en mayor o menor grado) esa confianza, nunca se atreverían a cruzar las calles.


  2. Cuando estamos en una barbería o peluquería, a merced de las tijeras en las manos de los peluqueros, ¿no estamos confiando nuestra integridad física en la habilidad y hasta la sanidad de esas personas? ¿Qué podemos hacer si no es tener esa confianza? ¿Convertirnos en nuestro propio peluquero?


  3. Cuando comemos en un restaurante, prácticamente estamos confiando nuestra salud y ―por qué no― hasta nuestra misma vida en la honestidad y la buena fe de los cocineros que ni siquiera conocemos. De forma similar, cuando tomamos un refresco embotellado, no hay nada que nos asegure que el líquido que ingerimos no esté contaminado o hasta envenenado. Simplemente confiamos en el control de calidad de los fabricantes. ¿Existe alguna otra posibilidad práctica si no es así? ¿Ponernos a realizar un análisis químico antes de tomarnos cada botella de refresco?
Así, en nuestro diario vivir, depositamos nuestra confianza en la buena fe y decencia de otras personas y, recíprocamente, esas mismas personas u otras también confían en nosotros. Algunos de ustedes habrán tenido la fortuna de encontrarse con personas en las que pueden tener siempre la confianza absolutamente en un 100%. Personas sobre las que están seguros de que lo que les dicen es cierto, o si les prometen algo es porque van a cumplirlo, o por lo menos harán el 100% de su esfuerzo por lograrlo. Por otra parte, ¡cuán triste y penoso es cuando la confianza que depositamos en otras personas es traicionada! Los ejemplos abundan, desde empleados que engañan o roban a sus patrones y viceversa; empresas que engañan a sus clientes (y también viceversa); hasta personas que traicionan la fidelidad de sus parejas.

A mí lo que motivó a escribir y compartir estas divagaciones es la tristeza que me invade saber que la sociedad actual impone muchas veces que desconfiemos, en primera instancia, de los demás hasta que nos demuestren que sean confiables. Es penoso, por cuanto siempre he tenido (o por lo menos he querido tener) la confianza en la decencia y la honestidad innata de los humanos. Pero la realidad actual puede ser que sea otra y tenemos que adaptarnos a ella. Simplemente pienso que cada uno debe poner de su parte y contribuir en su ámbito, no importa cuan limitado o pequeño sea, a que la confianza sea mantenida o restaurada. ¿De qué manera? Asegurándose de que nunca le falle a la confianza que las demás personas depositen en cada uno de nosotros.

Nota
[1] Modificación hecha el viernes, 18 de julio de 2008, 10:20 a. m.

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