Monday, January 19, 2009

Reflexiones del inicio del 2009 (I): La aplicación del conocimiento

Como siempre, inicio el año compartiendo algunas reflexiones personales, que en esta ocasión van en entradas separadas, en vez de una sola larga entrada. Me disculpo por la tardanza esta vez —el 2009 ya lleva tres semanas—, pero mejor tarde que nunca.


La aplicación del conocimiento

«No basta saber, se debe también aplicar. No es suficiente querer, se debe también hacer».
Johann Wolfgang von Goethe
Son tantas las situaciones en las que esas palabras de Goethe aplican.

Están los estudiantes que saben la fecha para la entrega de un trabajo o de un examen, pero nunca empiezan a tiempo su trabajo o estudio. O las personas que conocen su necesidad de una dieta sana o de ejercicios físicos, pero nunca empiezan o abandonan la práctica tras haber empezado. Esos son temas triviales, de repercusiones y consecuencias limitadas mayormente a los propios actores.

Pero en muchas otras ocasiones las consecuencias pueden ser nefastas y recaen sobre otros: los accidentes de tránsito causados por personas debido a su manejo temerario o a su estado de embriaguez. En esos casos, alegatos de ignorancia como justificación serían prácticamente permisible sólo para trastornados mentales. (También para extraterrestres recién llegados a nuestro planeta o primates habilidosos). Claro, en la mayoría de los casos tampoco deseaban causar daños, pero la acción iba en contra del deseo.

Algunas situaciones muy arraigadas tienen una implicación mucho más extensa y profunda para toda la sociedad humana.

La mayoría de las personas con cierto nivel de educación asentirán que el racismo es una barbaridad (en su acepción negativa). Afirmarán también que es propia de ignorantes la discriminación por sexo, belleza física, nivel económico o social, nacionalidad, etc. Pero una cosa es lo que afirman o razonan y otra son sus acciones, conscientes o inconscientes, al respecto. A muchos de los que practican la discriminación y el prejuicio no les faltan la educación ni el conocimiento respecto a esos temas.

En todas las culturas y religiones importantes de la historia ha estado presente alguna variación de la ética de la reciprocidad (la famosa «regla de oro»: trate a tus congéneres como te gustaría ser tratado, o no hagas a tus congéneres lo que no deseas que te hagan). Prédicas no han faltado, ni tampoco el conocimiento de esas prédicas; sólo ha faltado la puesta en práctica, al menos en forma consistente.

Una pregunta que me surgió hace unos años y que compartí con unos amigos dentro de un mensaje electrónico el lunes, 13 de agosto de 2001, decía:
«Alguien pudiera saber por qué será que si el concepto de que todo hombre está hecho a la imagen de su creador, DIOS, existe desde el principio del cristianismo, entonces no fue hasta la independencia de los EUA y la revolución francesa, en el siglo XVIII, que el concepto de que todos los hombres nacen iguales, con los mismos derechos, fuera seriamente instituido y aceptado. ¿Qué pasó durante todos esos siglos? ¿No hubo ninguna mente preclara que cuestionara las clases, la esclavitud, etc., partiendo de ese concepto fundamental cristiano? ¿Luminarias intelectuales como Santo Tomás de Aquino, San Agustín y quizás Blaise Pascal, o seres tan compasivos como San Francisco de Asís, nunca cuestionaron ese tema?».
A mí me parece que una de las mayores debilidades humanas estriba en la falta de aplicación del conocimiento, más que la carencia del conocimiento en sí.

Esa debilidad la seguimos padeciendo hoy día, a veces con repercusiones calamitosas. El genocidio en Darfur es un caso actual, pero igual sucedió hace pocos años en Ruanda y parcialmente en los Balcanes.

De una magnitud aún mayor es otra manifestación actual de esa debilidad: nuestra indiferencia e inacción frente al cambio climático y la desaparición de especies en masa ―consecuencias de actividades humanas― ponen en peligro no sólo una buena parte de la humanidad y las generaciones venideras, sino también las otras formas de vida que comparten con nosotros la Tierra.

Recordar siempre esas palabras de Goethe luce entonces acertado, por nuestro propio beneficio personal y por el bien colectivo.


Imagen
Visual analytics practice. Fuente: Wikimedia Commons http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Visual_analytics_practice.jpg

2 comments:

Sol said...

Me gusta mucho este pensamiento. Sabes? Hace poco estaba pensando, y lo digo así, esperando que no se tome a mal porque una de las cosas que más odio es la discriminación (de todo tipo), me pone los pelos de punta de la rabia; pero en fin, quizá sea naturaleza humana pensar que uno es mejor que otro. Ya sea por el color de la piel, la religión, el sexo. Está mal, es detestable, pero ha ocurrido desde el principio de la humanidad. Es quizá fruto de la ignorancia, sí, es verdad, pero será nuestra naturaleza tener pensamientos así? Yo creo que sí. Aí como también pienso, aunque la busque y la respete y la valore, que la monogamia va en contra de nuestra naturaleza, pero ese es otro tema.

Claro, están los exagerados, los violentos que cometen crímenes en contra de personas que son como ellos. Pero tal vez el racismo, sexismo, etc, por más asqueroso que sea, es natural en los humanos; y es responsabilidad nuestra y de nuestras sociedades civilizadas frenar estos sentimientos.

Solo lo que pensaba hace unos días...

Un abrazo, Yel.

YEL said...

Creo que has sacado un tema tabú con tus comentarios :-).

La categorización (clasificar los objetos en diferentes categorías) parece ser una tendencia natural del celebro humano y de ahí posiblemente viene muchos de nuestros prejuicios. (Mencioné esto de pasada hace un año en La alofilia: un paso más que la tolerancia).

Independientemente de comparaciones con personas de orígenes diferentes, recuerdo también haber leído sobre un estudio que dice que las personas tienden a auto-valorarse más (en inteligencia, belleza física, etc.) en comparación con la valoración hecha por otros, aún cuando son personas del mismo origen.

Creo que también se ha señalado que por la tendencia natural a desear propagar nuestros genes y encontrar siempre la pareja más apta para esos fines, ¡la monogamia o una pareja de por vida posiblemente esté en contra de la naturaleza! Un tema tabú. (Mejor vamos a dejarlo tranquilo por ahora).

Nuestra capacidad de razonamiento, de buscar la mejor manera de convivir en sociedad, nos faculta ver las cosas más allá de nuestras posibles predisposiciones biológicas, algunas de las cuales datan de épocas con condiciones muy diferentes a las actuales. Cuando era todos contra todos ―mis grupos contra los tuyos y contra todos los otros―, el prejuicio muy posiblemente era beneficioso, pero ya el todos contra todos hace rato que no es aplicable.

Como dices muy bien, como sociedades civilizadas es mejor frenar esos sentimientos.

Abrazos Sol, gracias por pasar y compartir tus comentarios.