Monday, November 9, 2009

La Caída del Muro de Berlín


Hoy se ha celebrado en grande en Europa y especialmente en Alemania el aniversario de la Caída del Muro de Berlín, suceso acontecido hace veinte años, el jueves, 9 de noviembre de 1989.

Recuerdo haber visto ese mismo día las imágenes transmitidas por CNN y para los que teníamos la edad suficiente para tener nociones de la historia y haber sentido la Guerra Fría, la significancia significación del evento no podía pasar desapercibida. Ver aquellas personas en Alemania recuperar el derecho que se les había denegado por veintiocho años por culpa del nefasto muro me imbuía de alegría y regocijo, incluso en la soledad de la habitación desde donde contemplaba esas imágenes y aun cuando directamente me afectaba poco. ¿O me equivoco? ¿No compartimos todos los que nos autodenominamos Homo sapiens, antes que nada, una misma humanidad, con anhelos, preocupaciones y deseos similares, e intereses que son (o deberían ser) comunes?

Pocos meses antes, en ese mismo año histórico, también presencié por televisión la celebración del bicentenario del la Revolución Francesa. Pero no todo fue positivo: en junio de ese mismo año vi con asombro, incredulidad e impotencia la masacre de los estudiantes en la Plaza de Tiananmen. La euforia y la esperanza de que la misma onda de cambios que pasó como un torrente por toda la Europa Oriental pudiera llegar a China, antes de lo esperado, quedaron bruscamente tronchadas en una forma triste e infame.

Sobre el suceso histórico del 9 de noviembre de 1989 y todos sus antecedentes y sucesos e implicaciones posteriores, ya mucho se ha escrito en la prensa escrita, la Web y también presentado en las imágenes de la televisión (y los análisis y debates continuarán por un largo rato). No tengo personalmente nada sustancial que añadir, pero sí puedo compartir algunas buenas fuentes desde donde los interesados pueden conocer más.


Moments in History - The Fall of the Berlin Wall

En el blog de Carsten, quien creció en la antigua Alemania Oriental y es el autor del vídeo, hay algunas entradas de interés sobre el tema:

“Berlin Wall History Timeline from May 8th 1945 to October 3rd 1990”
http://www.roysac.com/blog/2009/10/berlin-wall-history-timeline-from-may.html
13 de octubre de 2009

“The Berlin Wall History - Lessons Learned ... Again”
http://www.roysac.com/blog/2008/09/berlin-wall-history-lessons-learned.html
4 de septiembre de 2008

Geraldina, quien escribe desde Alemania, tiene un blog dedicado al 20.º aniversario:

20 aniversario de la Caída del Muro
http://gerasplace-elmurodeberlin.blogspot.com/

También en su blog principal, Geraldina ha hecho un extenso reporte, en múltiples entradas, sobre ese acontecimiento:

Gera´s Place
http://gerasplace-reloaded.blogspot.com/

Una importante entrevista con uno de los principalísimos artífices del final de la Guerra Fría, y uno de los facilitadores del derribo del Muro y la posterior reunificación de Alemania, Mijaíl Gorbachov:

Katrina vanden Heuvel y Stephen F. Cohen, “Gorbachev on 1989”, The Nation, 28 de octubre de 2009, http://www.thenation.com/doc/20091116/kvh_cohen/single


Tuesday, July 14, 2009

Liberté, égalité, fraternité


Hoy Francia está de fiesta: es el 220.º aniversario de la Toma de la Bastilla, que marcó el 14 de julio de 1789 el inicio de la Revolución Francesa.

En 1989, hace 20 años, se celebró con grandes pompas el bicentenario de ese capital evento. En el punto culminante de las celebraciones oficiales y ante un público que incluía al presidente francés François Mitterrand, importantes altos dignatarios mundiales y millones de televidentes alrededor del mundo, la soprano estadounidense de raíces afroamericanas Jessye Norman, envuelta con los colores de la bandera francesa, cantó La Marsellesa en el escenario majestuoso de la Plaza de la Concordia.

Las poderosas imágenes de ese evento que presencié a través de CNN nunca me han abandonado, pero nunca las había podido reencontrar hasta hace pocas semanas, gracias a la Web. Aquí va el vídeo.



Jessye Norman canta La Marsellesa en la Plaza de la Concordia, Paris, el 14 de julio de 1989, en la culminación de la celebración del bicentenario de la Revolución Francesa.

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Pocos meses más tarde el mundo vivió y celebró con regocijo otro acontecimiento histórico: la caída del Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría.

A pesar de que es cierto que el lema «Liberté, égalité, fraternité» está todavía lejos de ser una verdadera realidad en toda la humanidad, sí hemos avanzado y paso a paso seguiremos avanzando.

1789 es la terminación de mi cuenta de correo electrónico para este blog y es en honor a la Revolución Francesa.


Monday, June 22, 2009

Nobuyuki Tsujii en el Van Cliburn 2009


Nobuyuki Tsujii nació en Tokio, Japón, en 1988. Ha ganado diversos concursos de piano desde que era un niño y el pasado 7 de junio de 2009 ganó con solo 20 años la medalla de oro del prestigioso y exigente Concurso Internacional de Piano Van Cliburn, este año en su decimotercera versión, en Fort Worth, Texas. Su primer premio fue compartido con el todavía más joven Haochen Zhang de China, de 19 años, el participante de menor edad. Ambos resultaron los primeros ganadores asiáticos en la historia de ese importante evento cuatrienal que se celebra desde 1962.

La medalla de plata fue para la pianista surcoreana Yeol Eum Son de 23 años.

La proliferación actual de talentos musicales juveniles alrededor del mundo y muy específicamente en los países asiáticos, hace que nada de lo dicho anteriormente resulte extraño o demasiado impresionante si no le añadimos la siguiente información: Nobuyuki Tsujii es ciego de nacimiento.

Es la primera vez que un invidente triunfa en el Van Cliburn (otro invidente participó en 1973) y la segunda ocasión que el primer premio es compartido (la otra vez fue en el 2001).

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La calidad interpretativa de Nobuyuki Tsujii impresiona por sí sola y es independiente del hecho de que sea ciego, pero su invidencia eleva aun más su proeza.

Quizás sea un hecho normalmente desconocido ―o al menos pocas veces resaltado―, pero la ausencia del sentido de la vista no ha sido obstáculo para que a través de la historia hayan existido muchos notables músicos ciegos. Varios casos recientes son muy conocidos: el cantante Andrea Bocelli, Stevie Wonder, Ray Charles, José Feliciano y el virtuoso jazzista Art Tatum, etc. [1]

La ausencia de la vista obliga a los invidentes agudizar sus otros sentidos. Se ha establecido que a nivel de la población general, la ocurrencia del oído absoluto (la capacidad para identificar y reproducir una nota musical sin ayuda de referencia externa) entre los ciegos es mucho mayor que entre los videntes; específicamente entre los músicos, normalmente menos del 20% de los videntes poseen el oído absoluto, mientras que un estudio científico arrojó que el 57.1% de los músicos invidentes en la muestra considerada poseían esa capacidad [2]. Los científicos consideran que la ausencia de la vista en los ciegos congénitos o los que perdieron la vista a muy temprana edad les permite aprovechar las neuronas de su corteza visual para otros sentidos, especialmente el sentido auditivo para los casos de los músicos [3].

En este caso, lo que quita la naturaleza lo ha compensado por otro lado, pero me parece que sería bastante injusto que por ello disminuyera nuestra apreciación del mérito de Nobuyuki Tsujii (y los otros notables músicos invidentes): ¿en comparación con los músicos videntes, cuántas dificultades adicionales confrontan los invidentes para poder realizar sus estudios y desarrollar su talento?

Aquí van cuatro videos de Nobuyuki Tsujii en el Van Cliburn 2009. Disfruten.

Actualización del 26 de junio de 2009, 1:00 p. m.:
Como muchos otros músicos invidentes, Nobuyuki Tsujii aprende las piezas musicales de oído, usando grabaciones y música en vivo. En su caso, sus profesores realizan grabaciones lentas de las nuevas piezas con las cuales trabaja y aprende. Aunque sí aprendió a leer música en braille, no la utiliza por resultarle ser un método mucho más lento.

Agregamos la información del webcast del Concurso Van Cliburn en la sección de Informaciones adicionales y tres enlaces más en Otros artículos en la Web.



Nobuyuki Tsujii interpreta a Franz Liszt (basado en un tema de Niccolò Paganini): Estudio n.º 3, La Campanella. Ronda preliminar.


Nobuyuki Tsujii interpreta a Ludwig van Beethoven: Sonata para piano n.º 29, Hammerklavier, 4.º movimiento (fuga). Ronda semifinal.


Nobuyuki Tsujii interpreta a Franz Liszt: Rapsodia húngara n.º 2. Ronda final.


Nobuyuki Tsujii interpreta a Sergei Rachmaninoff: Concierto para piano y orquesta n.º 2, final del 1.er movimiento. Ronda final.


Informaciones adicionales
El portal oficial de Nobuyuki Tsujii es http://www.nobupiano1988.com, el de la Fundación Van Cliburn es http://www.cliburn.org/ y el webcast del Concurso Van Cliburn es http://www.cliburn.tv/ (pueden ver allí varios videos de las interpretaciones de los finalistas, la ceremonia de la premiación, entrevistas y otros).

Otros artículos en la Web:

Tim Madigan, "Cliburn confidential: Nobuyuki Tsujii", DFW.com, 8 de mayo de 2009, http://www.dfw.com/entertainment/story/127440.html.

Barry Shlachter, “Japanese pianist doesn't need to see to dazzle Cliburn audiences”, Star-Telegram.com, 24 de mayo de 2009, http://www.star-telegram.com/news/story/1393778.html (este artículo ya no está disponible en la Web).

Michael Granberry, “Van Cliburn 2009: Piano is a passion for blind competitor”, Dallas Morning News, 26 de mayo de 2009, http://www.dallasnews.com/sharedcontent/dws/ent/stories/DN-blindpianist_0526gd.ART.State.Edition1.506f3ab.html.

Alyson Ward, “Blind pianist, teen performer triumph at 13th Cliburn competition”, DWF.com, 7 de junio de 2009, http://www.dfw.com/entertainment/story/138767.html?storylink=pd.

“Cliburn winner learns by ear and plays by heart”, Accessible Arts, 11 de junio de 2009, http://www.aarts.net.au/news/419/140/Cliburn-winner-learns-by-ear-and-plays-by-heart/.

Juliet Chung y Miho Inada, “Blazing a New Path in Classical Music”, Wall Street Journal, 12 de junio de 2009, http://online.wsj.com/article/SB10001424052970204482304574220150779764622.html.


Notas
[1] En estos dos enlaces de Wikipedia pueden encontrar más informaciones sobre músicos invidentes:

“Blind Musicians” http://en.wikipedia.org/wiki/Blind_musicians.

“Category: Blind Musicians” http://en.wikipedia.org/wiki/Category:Blind_musicians.

[2] R.H. Hamilton, A. Pascual-Leone y G. Schlaug, “Absolute pitch in blind musicians”, Neuroreport 2004, vol. 15, n.º 5, pp. 803–806, 9 de abril de 2004, http://www.musicianbrain.com/papers/Hamilton_APinBlinds.pdf (21 de junio de 2009).

[3] Este es un tema que ha sido estudiado por los científicos desde hace unos años. Para los lectores conocedores realmente interesados en el tema ―y también los curiosos empedernidos―, afortunadamente muchos de esos estudios están disponibles en la Web. A parte del mencionado en la nota anterior, listo abajo otros dos:

D.J. Levitin y S.E. Rogers, “Absolute pitch: perception, coding, and controversies”, TRENDS in Cognitive Sciences, vol. 9, n.º 1, pp. 26-33, enero de 2005, http://www.lifesci.sussex.ac.uk/home/Chris_Darwin/PerMuSo/pdfs/Levitin_Rogers_Tics.pdf.

N. Gaab, K. Schulze, E. Ozdemir y G. Schlaug, “Neural correlates of absolute pitch differ between blind and sighted musicians”, Neuroreport 2006, vol. 17, n.º 18, pp. 1853-1857, 18 de diciembre de 2006, http://www.brainmusic.org/EducationalActivitiesFolder/Gaab_AP2006.pdf.

Tuesday, March 3, 2009

Continúa la democratización del conocimiento… (3)

Los problemas económicos del mundo no han detenido ni aminorado la democratización del conocimiento a través de la Web. Recientemente dos de las mejores universidades de mundo, la Universidad de Stanford y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (Massachusetts Institute of Technology―MIT), han ampliado sus contribuciones a ese importante proceso. (En la famosa clasificación de las universidades de los EUA compilada por la US News & World Report, en su versión 2008 Stanford comparte con el MIT la cuarta posición).

El pasado 17 de septiembre de 2008, la Escuela de Ingeniería Stanford (Stanford School of Engineering) en California puso a la disposición del público general los materiales de diez cursos de Informática e Ingeniería Eléctrica, todos gratuitos a través de la Web.

Esta iniciativa es el inicio de su programa Ingeniería Stanford por Todas Partes (Stanford Engineering Everywhere―SEE), que busca poner a disposición de un público más amplio importantes materiales de su currículo, como parte de la misión de la Universidad de Stanford y su Escuela de Ingeniería. Dice una página de su portal:
«La Universidad de Stanford y su Escuela de Ingeniería creen que la transferencia tecnológica es una parte importante de su misión. Esto incluye investigación y enseñanza. SEE es un paso importante hacia la puesta de importantes piezas de su currículo a la disposición de un amplio público».
Inicialmente están disponibles diez cursos, tres introductorios de Informática (Computer Science), siete avanzados divididos en tres de Inteligencia Artificial y cuatro de Ingeniería Eléctrica. Los materiales son bastante completos e incluyen transcripciones y videos de las cátedras, folletos, asignaciones de tareas, exámenes y otros documentos auxiliares.

Los materiales de los cursos están bajo una licencia de Creative Commons.

La fase piloto del SEE es patrocinada por la firma de inversiones Sequoia Capital, especializada en capital de riesgo.

En el ranking del 2008 de la US News & World Report, los programas de posgrado de la Stanford en Informática y en Ingeniería Eléctrica figuran entre las tres mejores (ver ranking de los programas de posgrado en Informática y ranking de los programas de posgrado en Ingeniería Eléctrica).

Pueden acceder a los cursos del Stanford Engineering Everywhere por este enlace.

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Por su parte, la Escuela Sloan de Administración y Dirección de Empresas (MIT Sloan School of Management) del Instituto Tecnológico de Massachusetts (Massachusetts Institute of Technology―MIT) desde el pasado 26 de enero de 2009 ha puesto a la disposición del público general un conjunto de casos de estudios (case study), videos y otras herramientas desarrollados por sus profesores y alumnos para sus clases.

En el portal de Recursos de Innovación en Enseñanza del MIT Sloan (MIT Sloan Teaching Innovation Resources―MSTIR) están los materiales a la disposición del público interesado. Al momento, existen materiales de Evolución Industrial, Desarrollo Sostenible (Sustainability) y Emprendedurismo Global (Global Entrepreneurship).

Al igual que los cursos y materiales del aclamado MIT OpenCourseWare, estos materiales están bajo una licencia de Creative Commons.

La Escuela Sloan de Administración y Dirección de Empresas figura en el cuarto lugar en el ranking del 2008 de los programas de posgrado en Administración y Dirección de Empresas de la US News & World Report.

Para acceder a los materiales del MIT Sloan Teaching Innovation Resources, pueden ir por este enlace.

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Creo que iniciativas como estas deben concitar nuestra admiración y agradecimiento. Necesitamos más y más de este tipo de iniciativas, y esperemos que los percances económicos actuales no se constituyan en obstáculos para que el proceso de la democratización del conocimiento a través de la Web continúe.


Entrada anterior relacionada: «Continúa la democratización del conocimiento… (2)» (31 de mayo de 2008).


Imágenes
La Universidad Stanford, vista desde la Torre Hoover. Fuente: Wikimedia Commons http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Stanford_University_-_View_from_the_Hoover_Tower.JPG

La cúpula del campus del MIT. Fuente: Wikimedia Commons http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:MIT_Dome_night1_Edit.jpg

Wednesday, February 4, 2009

El espacio para la Esperanza y el Optimismo

Esta entrada estaba originalmente proyectada para ser la tercera y última de la serie Reflexiones del inicio del 2009, pero ya el 2009 tiene más de un mes de edad y resulta inoportuno incluirla dentro de esa serie. He cambiado pues el título original, pero no el tema.


El espacio para la Esperanza y el Optimismo


Una dramática escena de la serie televisiva Raíces (Roots) ha permanecido siempre en mi memoria. Cuando Kunta Kinte, el personaje central, es capturado con cadenas por los traficantes de esclavos, lucha tenazmente por liberarse y se esfuerza por zafarse de las cadenas. Su cara refleja una gran agitación, pero todo su intento es en vano. Finalmente se da cuenta de lo inútil de su resistencia y se rinde. Cesa su lucha, se arrodilla, llora (así lo recuerdo), se resigna. Angustia.

En mi percepción personal, lo más triste de la escena no es la captura de un ser humano libre para esclavizarlo ―hecho indiscutiblemente abominable―, sino la resignación de Kunta, un ser libre que se da por vencido. Se resigna ―al menos por ese momento― y se somete a la voluntad de su destino, manipulado en este caso por otros.

Muchos de los que han tenido perritos como mascotas posiblemente recuerden esos días iniciales en que se amarra al cachorro. Se resiste al principio. Protesta: ladra, gime, gruñe. No obtiene resultados. Lucha: muerde la cadena y trata de zafarse del collar. Todo en vano. Luego de un tiempo, llega finalmente la resignación. Es lo que sus amos desean. Situaciones parecidas se presentan cuando se doma a los caballos y los animales de circos.

Los escenarios anteriores no son comparables, pero en el fondo hay un tema en común en todos ellos que me inspira una misma tristeza: ver a un ser vivo libre resignarse, dejar de luchar, someterse a la voluntad de otros. La esperanza fue perdida y continuar la lucha ya no tenía sentido.

Esa desesperanza es la que menos debemos dejar que aflore ahora y prevalezca en nuestro entorno inmediato, en nuestra sociedad y en el mundo.

Hace dos décadas, el mundo recibió con gran regocijo el final de la guerra fría, en un momento en que las calamidades de las guerras mundiales ya eran recuerdos de la historia. Llegó entonces el nuevo milenio cargado de promesas y esperanza para la humanidad. Se respiraba optimismo. Una paz perdurable y un continuo progreso económico global parecían posibilidades reales. Incluso alguien proclamó «el fin de la historia». Desafortunadamente, en pocos años el mundo ha cambiado nuevamente de manera radical.

Desde hace unos meses, el panorama económico mundial luce bastante nebuloso. Al parecer, pocas las naciones estarán inmunizadas contra los efectos de la crisis económica. Alrededor del mundo, muchos seres humanos sienten incertidumbre. A todo ello se suman los diversos conflictos bélicos que no acaban y las latentes amenazas terroristas, que ya datan de hace varios años. Todavía en esta primera década del siglo XXI tenemos un genocidio en curso. Y falta aún el consenso mundial (y la voluntad) para enfrentar decididamente el tema del cambio climático. Muchos se sienten como víctimas impotentes de fuerzas fuera de su control, o marionetas manipuladas por las «manos invisibles» del destino.

Los pesimistas perennes posiblemente estén pensando que los hechos les han dado la razón. Desde que los «ingenuos e ilusos» filósofos de la Ilustración creyeron en el siglo XVIII en la posibilidad de una humanidad cada vez más perfeccionada a través del conocimiento y la razón, y un progreso continuo en el mundo, muchos hechos posteriores parecen haber mostrado lo contrario. Llegaron las guerras napoleónicas, y la revolución francesa de transformó en otra cosa. Ya en el mismo siglo XIX tuvimos las crisis económicas de gran escala. El siglo XX tuvimos las dos guerras mundiales, la Gran Depresión, el nazismo y el fascismo; surgieron los campos de concentración, Auschwitz, los genocidios; aparecieron las armas nucleares y tuvimos a Hiroshima y Nagasaki; vino la desastrosa revolución cultural en China que cobró incontables víctimas inocentes; y el experimento del comunismo fracasó rotundamente, y dejó en su paso dictaduras, gulags y más víctimas. Hubo destrucciones causadas por humanos a una escala sin precedentes, a pesar de que también experimentamos avances a un ritmo nunca antes visto en la historia humana.

¿Queda realmente espacio para la esperanza y el optimismo? ¿Es válido todavía el idealismo al estilo Obama? ¿Sería que aquellos pesimistas con respecto a la naturaleza humana, que se mofan de la «ingenuidad» de los filósofos de la Ilustración, tienen después de todo la razón?

De ninguna manera creo poseer una respuesta absoluta para eso; tampoco pienso que nadie lo tenga realmente. No obstante eso, y a pesar de que otras voces mucho más autorizadas que yo piensen lo contrario, prefiero alinearme con el lado de la esperanza y el optimismo, y creer en que poco a poco, con el aporte de todos, nuestra humanidad va a cambiar y evolucionar hacia un mejor estado. Estoy consciente de que existen ideales o metas que por más esfuerzos que les dediquemos no los alcanzaremos en nuestras vidas, pero también creo que si no intentamos, nunca llegarán. Si hoy día muchos ideales y metas ya han sido alcanzados es porque en el pasado muchos también les dedicaron esfuerzos, sin alcanzar a ver los frutos en su vida. Nuestro tributo a los que nos antecedieron es hacer lo mismo en beneficio de los que nos sucederán.

Todo lo anterior lo acepto y expreso no por un puro y simple idealismo ingenuo, sino porque entiendo que tiene justificaciones de peso.

Es cierto que no creo que pueda invocar certezas científicas para justificarlo, por cuanto la ciencia aún no puede contestarnos si los fenómenos del mundo, incluyendo la historia humana, son deterministas o aleatorios. Quizás nunca tendremos esa respuesta. El examen de la historia humana tiende a indicarnos que en general la civilización humana avanza, pero también ha existido épocas de retrocesos, al menos en algunos sentidos. (Los teóricos que predijeron el curso inevitable de la historia dejaron de tener vigencia con la caída del comunismo). Incluso a nivel de la psicología humana, la neurociencia y la genética, todavía ni siquiera sabemos con exactitud qué papel desempeñan los genes, el entorno, la crianza y el aprendizaje en la formación de la personalidad de cada persona. Y en la filosofía, eminentes pensadores no han podido ponerse de acuerdo con respecto al alcance del libre albedrío, ni siquiera sobre si realmente existe o no. (En muchas religiones sí es un concepto aceptado).

Si prefiero pensar que los genes no dictan el curso total de nuestra vida, que sí tenemos el libre albedrío, que el destino no está predeterminado, sino que depende en parte de nuestras propias acciones y, consecuentemente, el futuro de nuestra humanidad también depende en parte de todos nosotros, es porque lo creo así, a pesar de saber que no tengo la absoluta certeza, y porque también facilita la vida. (Sobre este último punto ya la psicología y algunos filósofos y pensadores ―como Popper― lo han entendido y expresado desde hace mucho tiempo). Hace que la vida tenga más sentido, aun en el caso hipotético de que los fenómenos del mundo fuesen realmente deterministas y cada vida estuviera predestinada. Esa creencia posibilita la esperanza, que a su vez hace necesaria el optimismo. En ausencia de una sana dosis de optimismo, la esperanza se diluye, y sin la esperanza, el optimismo no tiene razón de ser. A falta de ambos, quedaría sólo la resignación. Caeríamos como Kunta o como el animal domado. Una perspectiva demasiado sombría y triste para ser aceptada.

El espacio para la esperanza y el optimismo no debe desvanecerse.


Imagen
Moon Landscape
© Alexey Arkhipov | Dreamstime.com

Monday, January 19, 2009

Reflexiones del inicio del 2009 (II): Nuestra propia falibilidad

Nuestra propia falibilidad

«Quizá esté yo equivocado y tú en lo correcto,
quizá con un esfuerzo a la verdad nos acerquemos».

Karl Raimund Popper
El credo de Popper [1] es un llamamiento al diálogo, al intercambio y la crítica constructiva de ideas —propias y ajenas—. Un grito a favor de la tolerancia y la razón, y en contra del fanatismo y el autoritarismo. Es también un recordatorio de las limitaciones de nuestros conocimientos, de nuestra propia posibilidad de errar —como humanos al fin— y, en consecuencia, de la necesidad de ser modestos. Invita a un esfuerzo continuo por aprender de otros y de nuestros propios errores, y de tratar siempre de buscar y acercarnos a la verdad.

Aunque la idea parezca moderna, es realmente mucho más antigua: ya Sócrates e incluso el presocrático Jenófanes la practicaban y predicaban hace más de dos milenios.

Sus implicaciones prácticas son profundas y extensas. Ciertamente, muchas calamidades a lo largo de la historia humana hubieran sido evitados si se hubiera practicado esa idea.


Recordemos sólo la historia reciente. Millones de seres humanos de buena voluntad creyeron en el siglo XX en la infalibilidad del sistema comunista. Tuvieron fe en que podía conducirnos a una sociedad más humana, más justa. Pero la realidad resultó ser otra: en la práctica, en vez de eso, produjo dictaduras, gulags, campos de concentración, pobreza, restricción de libertad, presos políticos y millones de muertos. (No olvidemos que muchísimos intelectuales —personas educadas, inteligentes y pensantes— en el Occidente y en otras partes del mundo estuvieron a favor de ese sistema y lo apoyaron).

El fanatismo ideológico nos trajo también los fenómenos del nazismo y fascismo. Y hoy el mundo sufre las consecuencias de los fanatismos religiosos y las violencias que han desencadenado.

Personalmente pienso que lo más sorprendente (al menos inicialmente) es darnos cuenta que esa idea es también aplicable a nuestros conocimientos científicos —incluso en las ciencias naturales—. A pesar de la rigurosidad del método científico, las teorías científicas sólo se basan en los conocimientos que se posee hasta el momento. Al aflorar nuevos conocimientos, algunas teorías son sustituidas por otras, algunas viejas descartadas, corregidas, o ampliadas y mejoradas. Un ejemplo conocido —quizás el más notable— lo tenemos en las teorías de Newton y la mecánica clásica: en el siglo XX fueron reemplazadas por la teoría de la relatividad de Einstein y poco después surgió la mecánica cuántica.

Quienes seguimos con interés los avances de la medicina y la fisiología, vemos con frecuencia que suposiciones aceptadas son descartadas posteriormente. (Y si nos remontamos a la historia de la medicina, nos encontramos con tratamientos totalmente erróneos que eran comúnmente practicados en siglos pasados).

En la medida en que aumentan nuestros conocimientos, afloran también más interrogantes. Mientras más conocemos, se acrecienta nuestra consciencia de nuestra propia ignorancia.

Hoy estamos pagando las consecuencias de otra falla del conocimiento humano: el descalabro del sistema financiero internacional. Una de las razones que se señalan es la falla de una de las premisas, la de que el sistema bancario y sus actores podían autorregularse, actuando siempre a favor de los intereses de los accionistas.

A la vista de todo eso, la humildad luce necesaria. Siempre.

Incluso en ámbitos mucho más reducidos, nos beneficiamos con la aplicación de la idea de Popper. Imaginen cuántos conflictos interpersonales entre esposos, familiares, amigos, colegas, y hasta entre desconocidos se pudieran resolver si nos mantenemos abiertos al diálogo, y estemos dispuestos a admitir nuestra propia falibilidad y a escuchar y aprender de los otros. (Claro, esa actitud debe ser recíproca y no unilateral).

Afortunadamente existen muchos seres humanos de buena voluntad que buscan afanosamente la fórmula para convertir este mundo en un lugar mejor, para hacer de la humanidad más humana. Me parece que obrarían bien en incorporar la idea de Popper como una de las bases de dicha fórmula.


Nota
[1] En inglés original es “I may be wrong and you may be right, and by an effort, we may get nearer to the Truth”, publicado por primera vez en Open Society (1945, volumen II, capítulo 24). La cita en español que hemos seguido aquí viene de:

K.R. Popper, “Introducción”, El mito del marco común. En defensa de la ciencia y la racionalidad (The Myth of the Framework: In Defence of Science and Rationality), trad. al español M.A. Galmarini, Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica, S. A., 2005, p. 13.

Imagen
La Discussion politique. Pintura por Émile Friant (1889). Fuente: Wikimedia Commons http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Friant_La_Discussion_politique.jpg

Reflexiones del inicio del 2009 (I): La aplicación del conocimiento

Como siempre, inicio el año compartiendo algunas reflexiones personales, que en esta ocasión van en entradas separadas, en vez de una sola larga entrada. Me disculpo por la tardanza esta vez —el 2009 ya lleva tres semanas—, pero mejor tarde que nunca.


La aplicación del conocimiento

«No basta saber, se debe también aplicar. No es suficiente querer, se debe también hacer».
Johann Wolfgang von Goethe
Son tantas las situaciones en las que esas palabras de Goethe aplican.

Están los estudiantes que saben la fecha para la entrega de un trabajo o de un examen, pero nunca empiezan a tiempo su trabajo o estudio. O las personas que conocen su necesidad de una dieta sana o de ejercicios físicos, pero nunca empiezan o abandonan la práctica tras haber empezado. Esos son temas triviales, de repercusiones y consecuencias limitadas mayormente a los propios actores.

Pero en muchas otras ocasiones las consecuencias pueden ser nefastas y recaen sobre otros: los accidentes de tránsito causados por personas debido a su manejo temerario o a su estado de embriaguez. En esos casos, alegatos de ignorancia como justificación serían prácticamente permisible sólo para trastornados mentales. (También para extraterrestres recién llegados a nuestro planeta o primates habilidosos). Claro, en la mayoría de los casos tampoco deseaban causar daños, pero la acción iba en contra del deseo.

Algunas situaciones muy arraigadas tienen una implicación mucho más extensa y profunda para toda la sociedad humana.

La mayoría de las personas con cierto nivel de educación asentirán que el racismo es una barbaridad (en su acepción negativa). Afirmarán también que es propia de ignorantes la discriminación por sexo, belleza física, nivel económico o social, nacionalidad, etc. Pero una cosa es lo que afirman o razonan y otra son sus acciones, conscientes o inconscientes, al respecto. A muchos de los que practican la discriminación y el prejuicio no les faltan la educación ni el conocimiento respecto a esos temas.

En todas las culturas y religiones importantes de la historia ha estado presente alguna variación de la ética de la reciprocidad (la famosa «regla de oro»: trate a tus congéneres como te gustaría ser tratado, o no hagas a tus congéneres lo que no deseas que te hagan). Prédicas no han faltado, ni tampoco el conocimiento de esas prédicas; sólo ha faltado la puesta en práctica, al menos en forma consistente.

Una pregunta que me surgió hace unos años y que compartí con unos amigos dentro de un mensaje electrónico el lunes, 13 de agosto de 2001, decía:
«Alguien pudiera saber por qué será que si el concepto de que todo hombre está hecho a la imagen de su creador, DIOS, existe desde el principio del cristianismo, entonces no fue hasta la independencia de los EUA y la revolución francesa, en el siglo XVIII, que el concepto de que todos los hombres nacen iguales, con los mismos derechos, fuera seriamente instituido y aceptado. ¿Qué pasó durante todos esos siglos? ¿No hubo ninguna mente preclara que cuestionara las clases, la esclavitud, etc., partiendo de ese concepto fundamental cristiano? ¿Luminarias intelectuales como Santo Tomás de Aquino, San Agustín y quizás Blaise Pascal, o seres tan compasivos como San Francisco de Asís, nunca cuestionaron ese tema?».
A mí me parece que una de las mayores debilidades humanas estriba en la falta de aplicación del conocimiento, más que la carencia del conocimiento en sí.

Esa debilidad la seguimos padeciendo hoy día, a veces con repercusiones calamitosas. El genocidio en Darfur es un caso actual, pero igual sucedió hace pocos años en Ruanda y parcialmente en los Balcanes.

De una magnitud aún mayor es otra manifestación actual de esa debilidad: nuestra indiferencia e inacción frente al cambio climático y la desaparición de especies en masa ―consecuencias de actividades humanas― ponen en peligro no sólo una buena parte de la humanidad y las generaciones venideras, sino también las otras formas de vida que comparten con nosotros la Tierra.

Recordar siempre esas palabras de Goethe luce entonces acertado, por nuestro propio beneficio personal y por el bien colectivo.


Imagen
Visual analytics practice. Fuente: Wikimedia Commons http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Visual_analytics_practice.jpg

Monday, December 22, 2008

El último gesto del genio

El hombre yacía inconsciente en su cama. Había entrado en ese preámbulo a la partida de la vida terrenal el día anterior y dos días antes ya le habían administrado los últimos sacramentos. El gran genio creador, el indomable, el irreverente, el domador de las adversidades y forjador de su propio destino estaba ahora irremediablemente postrado, a la espera de la señal para dejar este mundo. Entre las tres y cinco de la tarde su partida ya parecía inminente. Repentinamente, brilla un rayo, suena un trueno, y toda la habitación se ilumina (afuera estaba cubierta de nieves). En ese instante el hombre abre sus ojos, y con una severa expresión en su rostro ―casi amenazante― levanta su mano derecha, el puño cerrado. Parecía querer expresar «Poderes hostiles, ¡os desafío! ¡Afuera! ¡Dios está conmigo!». O como un valeroso comandante alentando a sus tropas: «¡Valor soldados! ¡Adelante! ¡Confiad en mí! ¡La victoria es segura!» (palabras textuales del testigo presencial [1, p. 308]). Era su último gesto desafiante, breve en duración, pero de un simbolismo vasto. El brazo erguido retorna a su posición inicial, su aliento se expira y se asienta el punto final al drama de vida. Termina así su heroico tránsito de cincuenta y seis años y tres meses por la vida. Era el lunes, 26 de marzo de 1827. El lugar: Viena, su ciudad adoptiva. El personaje: el inmortal Ludwig van Beethoven [2].

La inmortalidad no le llega en esa fecha; ya era inmortal desde mucho antes.

Viena lo despidió como a un rey con una ceremonia apoteósica que tuvo lugar tres días más tarde, el 29 de marzo, a las tres de la tarde. Veinte mil personas se congregaron frente a su casa (Schwarzspanierhaus), las escuelas fueron cerradas, y los militares estuvieron en servicio para preservar el orden. Figuras notables de las artes estuvieron presentes en la imponente ceremonia fúnebre. Entre los portadores de antorcha que marcharon junto a la procesión estaba su admirador Franz Schubert, quien al año siguiente también dejó el mundo con tan solo treinta y un años (¡un verdadero desperdicio de genio!), y fue enterrado al lado del maestro.

El dramático gesto final de Beethoven simboliza uno de los rasgos distintivos de su vida: un espíritu indomable que nunca se doblegó ni se postró ante las adversidades, nunca dejó de luchar. Tratándose de uno de los grandes, la divinidad o la naturaleza le concedió esa última oportunidad, justo antes de su partida, para reafirmar ese rasgo, dejándonos claro que es así como debemos recordarlo. Y así lo recordamos [3].

En sus luchas Beethoven no siempre salió victorioso. La sordera pudo más que su voluntad y lo aisló socialmente. Contra esa terrible y cruel enfermedad para un músico no tenía remedios, pero la forma como se enfrentó a ella es asombrosa y admirable: continuó componiendo, y creó sus piezas cumbres con su sordera y a pesar de ella. Él no tuvo la dicha escuchar muchas de sus propias obras. Los que sí podemos escucharlas todas somos muy afortunados.

El pasado martes, 16 de diciembre de 2008 se cumplió el 238.º aniversario del nacimiento de Beethoven [4], ocasión propicia para recordarlo. Cuando quise empezar a escribir esta entrada ese día en la noche me encontré en la televisión la película Copying Beethoven (2006) y de ninguna manera podía desperdiciar la oportunidad de verla [5], así que este texto tuvo que ser pospuesto (y lamentablemente el tiempo se complicó hasta hoy).

Como no sé si el maestro me va a escuchar —leer— si le expreso aquí mis felicitaciones tardías, mejor simplemente proclamo con humildad mi agradecimiento a Beethoven, el genio que continúa y continuará sirviendo de inspiración a muchos y toca diariamente el alma de millares de seres alrededor del mundo. Sentir lo que transmite la música de Beethoven les ayuda a muchos de ellos recordar que son humanos [6].


Notas
[1] A.W. Thayer, D. Hermann y H. Riemann, The Life of Ludwig van Beethoven, vol. 3, revis., correc. y ed. H.E. Krehbiel, 2.ª imp., Nueva York: Beethoven Association, 1921, http://www.archive.org/details/lifeofludwigvanb03thay (17 de diciembre de 2008).

Los otros volúmenes están también en el Internet Archive: Vol. 1 http://www.archive.org/details/lifeofludwigvanb01thay y Vol. 2 http://www.archive.org/details/lifeofludwigvanb02thay.

[2] Anselm Hüttenbrenner, amigo de Beethoven y uno de los dos testigos presenciales (la otra persona era la cuñada del compositor), le narró esta escena en 1860 a Alexander Wheelock Thayer, autor de la biografía clásica de Beethoven (ver la nota anterior).

[3] El idealista Romain Rolland valoró profundamente a Beethoven, por su genio musical, su fe en la humanidad y la dimensión heroica de la trayectoria de su vida. Escribió tres libros sobre el compositor. Una versión en inglés de su libro Vie de Beethoven (1903) está en el Internet Archive:

R. Rolland, Beethoven (Vie de Beethoven), trad. inglesa B.C. Hull, 3.ª ed., Londres: Kegan Paul, Trench, Trubner and Co., Ltd., 1919, http://www.archive.org/details/rollbeethoven00rolluoft.

El original en francés (7.ª edición de 1914) está en: http://www.archive.org/details/viedebeethoven00roll.

[4] Beethoven fue bautizado el día 17 de diciembre de 1770. Aunque no se ha establecido con absoluta certeza su fecha de nacimiento, se supone que nació el día anterior. El 16 de diciembre era también la fecha en que se celebraba sus cumpleaños.

[5] Copying Beethoven me pareció una buena película, sobre todo porque presenta un aspecto poco conocido generalmente: el Beethoven de su último período produjo una música intelectual y revolucionaria en forma que fue poco accesible para sus contemporáneos. (Incluso notables compositores, como Tchaikovsky décadas más tarde, no se mostraron favorables a esos experimentos de su último período). Aún hoy día, casi dos siglos más tarde, creo que para una persona familiar con el Beethoven «normal» (el del estilo heroico de su Sinfonía Heroica, Quinta Sinfonía, Concierto Emperador, etc.) encontrarse por primera vez con las obras de su último período (sobre todo sus últimas sonatas para piano y cuartetos de cuerda) puede ser una experiencia chocante. Por lo menos pasó conmigo cuando conocí por primera vez sus últimas sonatas para piano.

Es oportuno aclarar que la película Copying Beethoven presenta elementos ficticios: el personaje de la asistente-copista fue inventado, y Beethoven no dirigió la orquesta en el estreno de su Novena Sinfonía, aunque sí estuvo al lado del director.

Otra buena película sobre Beethoven es Immortal Beloved (1994), que la vi hace unos años. Sobre ese filme también es prudente aclarar que añade elementos ficticios (de bastante envergadura): Karl, el sobrino de Beethoven, resulta al final ser su hijo, producto de su relación con su cuñada, la cual resulta ser la destinataria de la famosa carta a la Amada inmortal (!). Imaginación y osadía sí que no le faltaron al guionista.

[6] El pasado miércoles 13 de agosto de 2008 tuvo lugar en Santo Domingo el concierto Todo Beethoven para conmemorar el 35.º aniversario del Teatro Nacional de la República Dominicana (inaugurado el 16 de agosto de 1973). Fue una ocasión única por cuanto en una misma noche fueron interpretadas dos grandes sinfonías de Beethoven: la quinta y la novena. El maestro José Antonio Molina realizó una estupenda labor dirigiendo la Orquesta Sinfónica Nacional y el coro. Tuve el privilegio y la dicha de presenciar y disfrutar de ese concierto único, y sentir el espíritu del genio de Beethoven.

Entrada anterior relacionada: Aproximación a la Novena Sinfonía de Beethoven (3 de diciembre de 2007).

Imágenes
Ludwig van Beethoven. Retrato por Carl Jaeger. Fuente: Wikimedia Commons http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Beethoven_wiki.jpg

Funeral de Beethoven. Pintura por Franz Stober. Fuente: Wikimedia Commons http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Beethoven_Funerals.jpg

La casa en Bonn donde nació Beethoven. Fuente: Wikimedia Commons http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Beethoven_house_of_birth_Bonn_2008.jpg

Música para el alma (5)



Daniel Barenboim interpreta a Ludwig van Beethoven: la Sonata para piano n.º 14, Claro de luna, 1.er movimiento.

El nombre con el que se conoce comúnmente esta sonata, Claro de luna, realmente no lo puso el compositor, sino que fue sugerido posteriormente por el poeta y crítico musical Ludwig Rellstab. El subtítulo original de Beethoven para esta obra fue «quasi una fantasia».

Los otros movimientos de esta misma interpretación de Barenboim están en:

2.º movimiento: http://www.youtube.com/watch?v=zs0QAA0eItU&feature=related.

3.er movimiento: http://www.youtube.com/watch?v=YJeD8ckihN8&feature=related.

Disfruten.

Wednesday, September 17, 2008

The Pianist, películas y otros temas

Transcurridos poco más de diez meses, uno de mis amigos destinatarios del mensaje electrónico reproducido en la entrada anterior (The Hours) respondió con un atento mensaje en el que, a parte de hablar sobre esa película y varias otras, tocó también el tema de la educación y la responsabilidad de ser padres. A continuación reproduzco, con mínimas correcciones, mi respuesta, de fecha sábado, 10 de abril de 2004, al mensaje que me envió M.A.C. Le he añadido los enlaces y las notas. Por razones de privacidad, he omitido los nombres. (Ambos mensajes, al igual que el original, fueron copiados también a varios otros amigos).

From: Y.E.L.
Sent: Saturday, April 10, 2004 8:33 PM
To:
Cc:
Subject: Abundando más sobre "The Hours" y otros

M.:

Gracias por tu mensaje, que aprovecho para comentarte y/o abundar sobre algunos temas que han sido tocados.

Es un hecho establecido que Virginia Woolf fue abusada sexualmente de niña por sus hermanastros, lo que seguramente dejó huellas terribles en su trágica vida, aunque sus ataques depresivos, que eventualmente produjeron su suicidio, pudieran haber tenido un origen físico independiente de los episodios de su niñez.

Comparto plenamente tu inquietud sobre la responsabilidad de ser padres, a pesar de que aún no he procreado hijos. Un símil perturbador que se puede plantear es el siguiente: cuando uno tiene un cachorro dóberman, tiene la posibilidad de criarlo para convertirlo en un perro salvavidas o un perro asesino. En cierta medida pasa igual con los hijos. La vida de las personas está determinada por decisiones que se toman y por las acciones que se derivan de ellas, sean ellas tomadas por sí mismas, por otras a su alrededor (sus padres, familiares, tutores, etc.), y por otras más no tan a su alrededor pero que gravitan sobre la sociedad donde ellas viven (los políticos, economistas, etc.). Yo no me siento con ninguna autoridad para emitir sermones o dar consejo alguno en cuanto a la forma de criar los hijos, pero sí deseo compartir lo que desde hace un tiempo me da vuelta en la mente, sobre todo en estos últimos tiempos convulsos. Pienso que todos los padres harían un gran favor a sus hijos y a la humanidad si se tomaran la tarea y el tiempo de darles a conocer a sus hijitos lo mejor que ha producido la humanidad, el gran legado cultural que ha producido la especie humana, algo que permanecerá con las generaciones futuras, mucho después de que las luchas, las dificultades, los protagonistas y antagonistas actuales hayan desaparecido de la Tierra. ¿De qué manera? Sencillamente tómense un tiempito diario para leerles e inculcarles el amor por la gran literatura (que puede ser a la hora de acostarse), para hablarles de los hombres que han cambiado la historia humana, para compartir con ellos lo mejor de la música, etc. No hablo que imponerles ciertos patrones o gustos [1], sino de simplemente darles desde pequeñitos la oportunidad de conocer las diferentes y maravillosas gamas del legado cultural humano, porque pienso que si, desafortunadamente, ese contacto no se produce desde pequeñitos, existirán pocas posibilidades de que luego lleguen a amar y disfrutar realmente de ese legado. Ahora, ¿qué beneficios existe en conocer y apreciar lo mejor de lo que ha producido la humanidad? Pienso (y esto es solo una apreciación personal mía sobre la cual por el momento no puedo aportar datos estadísticos, ni estudios académicos realizados) que el estar en contacto y apreciar algo perdurable, algo que va más allá del tiempo actual, algo que si algún día nos visitaran seres inteligentes de otros planetas les mostraríamos con orgullo, otorga a la persona cierta fortaleza espiritual, ciertos pilares de apoyo y bases de soporte que son necesarios, sobre todo en estos tiempos de incertidumbre. También aprenderían a apreciar más a la humanidad, por ende posiblemente también a las personas individualmente [2].

Volviendo al cine, la cinta que más me ha gustado en los últimos 9-10 meses (posterior a The Hours y The Pianist) ha sido In America (del irlandés Jim Sheridan y titulada en Santo Domingo Tierra de sueños), que me dejó una profunda impresión. La pongo en mi preferencia por encima de otras de películas calidad estrenadas en Santo Domingo durante ese período: algunas excelentes de la pasada Muestra de Cine de Santo Domingo, otras como Hable con ella, Ciudad de Dios, Mystic River, 21 Grams, Love Actually, Master and Commander..., The Last Samurai, Cold Mountain, Lost in Translation, etc. Una real pena que In America haya durado sólo dos semanas en las salas de estreno de Santo Domingo (alcancé a verla dos veces), porque muchas personas seguramente la pasaron por alto.

Ahora que mencionas a No Man’s Land (que no la he visto [3]), te recomiendo (si aún no las has visto) dos películas que también abordan el tema de los Balcanes: Underground del bosnio-serbio Emir Kusturica y Ulysses' Gaze (La mirada de Ulises) del griego Theo Angelopoulos. La primera una gran sátira con coloridos al estilo Federico Fellini, y la segunda un extenso poema visual que peca ocasionalmente de ser superlenta. En esta última, protagonizada por Harvey Keitel, aparece en cuatro personajes diferentes la actriz rumana Maia Morgenstern, que hace el papel de la Virgen María en la recientemente estrenada La pasión de Cristo. Coincidencialmente ambas películas son superlargas (cerca de tres horas) y recibieron respectivamente el 1.er y 2.º premio del Festival de Cannes de 1995.

Por otra parte, si te gustó la trilogía Bleu-Blanc-Rouge de Krzysztof Kieslowski (de las tres me gustó más Rouge, pero no he tenido la oportunidad de ver su Decálogo), disfrutarías también de Zerkalo (The Mirror o El espejo) del ruso Andrei Tarkovsky, de quien aguardo por ver Solaris [4], su respuesta a 2001: odisea del espacio de Kubrick. Los que tienen acceso al canal Europa Europa (http://www.europaeuropa.tv) pueden ver en este mes de abril todos los martes a las 10:00 p. m. una película del gran Tarkovsky. El martes, 13 de abril de 2004, presentará a Alexei Rublev, una extensa saga histórica, en blanco y negro, de más de tres horas de duración. Tarkovsky, que era un gran admirador y amigo del japonés Akira Kurosawa, afirmó que cada vez que iba a rodar una nueva película veía de nuevo la película Los siete samuráis del gran director japonés. Kurosawa, por su parte, afirmó, no sé si por reciprocidad producto de la cortesía japonesa o era real, que cada vez que iba a empezar un nuevo proyecto, re-visitaba la película Alexei Rublev.

Sobre Chicago y Moulin Rouge, que realmente me gustó más la última (la ambientación fue excelente, la utilización de la música aún no original también, Nicole Kidman también estuvo muy bien), no pretendo disputar tu apreciación, solo deseo aprovechar la oportunidad para recordar a otra gran película musical que permanece en mi memoria All That Jazz de Bob Fosse. De esa época data también la película que más aprecié en mi adolescencia: Julia de Fred Zinnemann. Vanessa Redgrave interpreta a Julia, una joven rica estudiante norteamericana que hace uso de su gran riqueza para apoyar a la causa obrera y ayudar a los judíos perseguidos por los nazis en la Viena de los años 30. Me enamoré realmente de ese personaje. Su amiga, la reconocida dramaturga norteamericana Lillian Hellman, es interpretada por Jane Fonda. Posteriormente he leído, para mi decepción, que esa historia fue producto de la imaginación de Lillian Hellman, y no real como ella quiso presentarla. Vanessa Redgrave ganó el Óscar a la mejor actriz de reparto por esta película, suscitando protestas debido a su apoyo público a la causa de los palestinos.

Retomando The Hours, me topé con ella en la televisión por cable hace unos meses, ya mitad empezada, y aún luego de haberla visto tantas veces en relativamente tan poco tiempo, algunas de sus escenas me seguían conmoviendo. Posterior a mi mensaje, leí en la revista Smithsonian que el compositor Philip Glass [5], autor del excelente tema musical de esa película, es un reconocido y respetado compositor sinfónico vanguardista contemporáneo. Esto me trae a la mente un tema: el cine está contribuyendo a la creación de excelentes composiciones musicales orquestales contemporáneas: Ennio Morricone (cuyo tema más conocido es el que compuso para La misión, pero ha compuesto otras maravillas. Tengo dos excelentes CD con recopilaciones de sus composiciones para el cine [6]); el gran Vangelis (Carros de fuego, 1492, y espero con ansias para fines del año Alexander, película sobre Alejandro Magno que está en filmación bajo la dirección de Oliver Stone [7]); Theodorakis (Zorba). Por cierto, aguardo por ver la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Atenas, donde la música estará a cargo de Theodorakis y Vangelis [8].

Sobre El pianista, el mismo tema del holocausto ha sido tratado en otras dos excelentes películas recientes La lista de Schindler y La vida es bella (existe otra mucho menos conocida Train de vie [Tren de vida], una sátira al estilo de la película del italiano Roberto Benigni). El Premio Nobel de Literatura (2002) y sobreviviente de Auschwitz, el húngaro Imre Kertész, en su libro de ensayos Un instante de silencio en el paredón (2.ª ed., Barcelona: Herder, 2002) dedica unas páginas a comentar sobre La vida es bella y La lista de Schindler, y se muestra mucho más favorable y receptivo hacia la película italiana, a la que clasifica no como una sátira o comedia, sino más bien una tragedia. Califica, por el contrario, de «kitsch» (cursi) a la película de Spielberg [9], carente de real autenticidad en su retrato del espíritu del holocausto y de los campos de concentración nazi. Con la autoridad moral que le otorga el ser un sobreviviente de Auschwitz, es difícil disputarle a Kertész su punto de vista, pero puede ser que esté un poco prejuiciado contra la procedencia de Spielberg y su película (Hollywood, EUA). Solo deseo señalar algunos puntos con respecto a El pianista: primero Kertész no la comenta en su libro porque su libro fue anterior a la película. Su director Roman Polanski, por otra parte, también fue un niño judío perseguido en su Polonia natal, por lo que esto le confiere mayor autoridad moral para relatar la historia, que, por lo demás, está basada en un personaje y hechos reales. Luego de haberla visto tres veces, me he percatado de que la película de Polanski, a parte de su poderosa fuerza y belleza en conjunto, presenta una serie de detalles muy sutiles que si el espectador logra captarla obtiene muchas informaciones sobre esa gran tragedia, que pocas otras fuentes las proporcionan (ciertamente no las proporcionan La lista de Schindler, ni La vida es bella): la existencia de la policía judía trabajando para las autoridades nazis. El hecho real de que no todo era solidaridad, fraternidad y compasión mutua entre los mismos judíos dentro y fuera de los campos de concentración (el piano de la familia fue vendido a un precio irrisorio; la escena del niñito vendiendo su caramelito a precios de especulación, etc.) El hecho trágico de que toda la maquinaria destructiva de la Alemania nazi abarcó a personas y ciudadanos comunes, personas igualmente humanas con sentimientos y preocupaciones, como todo el resto de la humanidad. Esto fue sutilmente ilustrado en varias escenas: la conversación entre los dos soldados alemanes, cuando usaban los lanzallamas para incendiar el hospital donde se había refugiado el protagonista. Uno de los soldados le pregunta al otro sobre la salud de su madre, y el otro le cuenta de su preocupación por ella. Otra escena: en la mesa del capitán Hosenfeld, quien salvó la vida del protagonista [10], está el retrato de su esposa e hijos. Eran, al fin y al cabo, personas humanas como todos los demás y no monstruos de otro mundo. Otra escena: cuando Szpilman (el pianista protagonista) escucha en su refugio la conversación en el apartamento contiguo entre dos amantes, el tono y las palabras de la mujer la retrata como una persona que todos considerarían dulce, tierna, sensible, etc. Cuando Szpilman produce un ruido delatador con una lata, aparece la mujer rubia cual poseída por el espíritu maligno y le vocifera que le muestre la identificación y luego trata de delatarlo como judío. La histeria y locura se habían apoderado de las masas, incluyendo a las personas normales y corrientes. Lo más trágico y absurdo para mí viene presentado en dos escenas adicionales: observando nostálgicamente a su bella amiga chelista, que ahora ya casada le proporciona refugio temporal en su casa, escucha a ésta interpretar una obra de Johann Sebastian Bach, uno de los pilares de la cultura alemana, siendo en ese momento Polonia ocupada brutalmente por Alemania. También, en su último refugio, la casa semidestruida que se convierte luego en un cuartel militar nazi, Szpilman escucha escondido al capitán Hosenfeld interpretar en el piano las bellas notas de una sonata de Beethoven [11], otro orgullo de la cultura alemana (y ciertamente de la humanidad). Lo trágico y absurdo: ¿cómo un pueblo que ha aportado tanto a la humanidad y la cultura humana, llegó a permitir la barbarie de su gobierno nazi?

Bueno, este mensaje ya se ha extendido quizás demasiado, pero espero que esto sea excusable dado que tenía ya un tiempo sin enviarles nada.

Saludos,

Bye – Y.

P.D.: Un tema que daría para mucho más líneas y pensamientos es lo que en los últimos días me ronda en la mente: tengo la impresión de que la gran mayoría de las personas por unas que otras razones no llega a desarrollar todo su potencial, lo que va en detrimento de sí misma, de la sociedad en conjunto y de la humanidad. Así, para poner un caso extremo, solo la imaginación puede contestarnos hasta dónde podría llegar el pobre niñito que está mendigando en un semáforo de tener la educación y la alimentación necesarias, y unos padres responsables. Pero, sin llegar a ese extremo, simplemente observen atentamente a su alrededor, a sus personas conocidas, y seguramente encontrarán muchos ejemplos de esto. Parte de la responsabilidad de los padres y de la sociedad en conjunto debería ser contribuir a desarrollar el 100% del potencial de sus hijos.


Notas
[1] En un mensaje electrónico posterior, del viernes, 8 de abril de 2005, aclaré lo que quise decir con no imponer ciertos patrones y gustos:

«Cuando me refería a que no se trataba de imponerles gustos y patrones a los hijos, me estaba refiriendo al hecho de que uno puede introducirles a los hijos a la grandes manifestaciones y creaciones artísticas (ciertamente también a otros temas como, por ejemplo, las ciencias, los deportes, el amor por la naturaleza y animales, etc.); puede y debe enseñarles a respetar todos esos temas, pero al final, dependerá de los hijos qué gustarles y qué no. Podemos exponerles a los niños a la música de Mozart, enseñarles a respetarla, esforzarse por hacerles gustar de ella, pero no hay garantías de que les vaya a gustar. Puede que terminen prefiriendo a Bach y no gusten de Mozart, o simplemente no les gusten la música clásica, pero sí el jazz. Y quizás, muy desafortunadamente por cierto, ni siquiera gusten del todo de cualquier tipo de música, pero sí son fanáticos de la literatura, el cine, o las matemáticas, o el baloncesto. Yo creo que la responsabilidad y el deber de los padres en esto llegan hasta el exponer a sus hijos a esos temas, y enseñarles a respetarlos.

»En esto entiendo que la genética juega un papel importante. Ahora se habla de que uno puede tener un celebro predominantemente masculino o femenino (que no tiene nada que ver con el sexo del portador del celebro en sí). En el futuro lo más probable es que con un simple análisis genético (de una hebra de cabello, por ejemplo) se pueda saber mucho sobre los posibles gustos y la personalidad de una persona. Luego, llegará un momento en que mediante la manipulación genética podamos pre-diseñar el físico, la personalidad y los gustos de los hijos, pero ya eso es otro largo tema para quizás otra ocasión (personalmente pienso que el mundo será mucho más aburrido cuando eso suceda)».

[2] Este párrafo y la postdata aparecen reproducidos también en una entrada anterior: ¿Hasta dónde llega su empatía? (20 de noviembre de 2007).

[3] Hay varias películas con el mismo nombre de No Man’s Land. La referida aquí es la del director bosnio Danis Tanovic (quien también fue el guionista y compuso música original para esa cinta) del año 2001. Esa magnífica película ganó el Óscar del 2002 en la categoría de Mejor Película en Lengua Extranjera. Pude finalmente verla en la televisión por cable hace como dos años.

[4] Varios meses después del mensaje tuve la oportunidad de ver Solaris. En el 2002 salió una versión moderna (estadounidense) de Solaris, del director Steven Soderbergh, con George Clooney y Natascha McElhone como protagonistas. Esta versión, que la vi antes que la versión de Tarkovsky, es excelente, y más accesible que el filme del director ruso.

[5] Dentro del portal oficial de Philip Glass pueden escuchar parte de algunas de sus composiciones.

[6] En febrero de 2007, Ennio Morricone fue galardonado merecidamente con el Premio Honorífico de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, correspondiente al año 2006, por sus magníficos aportes, a lo largo de su carrera, a la música en el cine.

En el este enlace de Youtube, existe un video con parte de la música de La misión, dirigida por el mismo Morricone (en Arena di Verona, 2002).

[7] Desafortunadamente, tanto la música de Vangelis como la película en sí, Alexander, me decepcionaron.

[8] Tanto la inauguración como la clausura de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 fueron magníficas. Claro, Beijín 2008 superó todas presentaciones anteriores, tal como se esperaba. Zhang Yimou, el gran cineasta chino, realizó una espléndida labor dirigiendo ambas ceremonias en Beijín.

Aclaración agregada el 22 de diciembre de 2008, 2:42 a. m.:
Vangelis había dirigido la parte artística del pase de la bandera olímpica a Grecia durante la clausura de los Juegos Olímpicos de Sidney 2000, pero finalmente ni Vangelis ni Theodorakis participaron en la dirección de las ceremonias de Atenas 2004.

[9] Spielberg originalmente ofreció a Polanski la dirección de La lista de Schindler, pero éste lo rechazó. No se sentía emocionalmente preparado en ese momento (1993) para abordar un tema tan trágico e intenso que le tocó vivir directamente. Hace unos años leí que cuando Polanski vio la película de Spielberg le pareció demasiado sentimental, especialmente el uso de la niña vestida de rojo.

Algo notable sobre la película El pianista es su discurso terso ―sin escenas superfluas o alargadas innecesariamente―, absolutamente desprovisto de cualquier sentimentalismo. Si recuerdo bien, en toda la película solo hubo una breve escena de lágrimas (la amiga de Szpilman cuando ve al pianista marchar, junto a la multitud, hacia el gueto). La historia y la narración están, sin embargo, llenas de una poderosa y convincente fuerza. Una gran muestra de la maestría de su director.

Polanski, cuya madre murió en la cámara de gas de Auschwitz, y quien logró salvarse gracias a la nobleza, gentileza y valor de otros (algo similar al caso de Szpilman), ha conocido personalmente el horror y la maldad humana en su máxima expresión. Su esposa Sharon Tate, embarazada de ocho meses, fue brutal y despiadadamente asesinada en 1969. El sentimentalismo sencillamente no tiene cabida para un ser humano que ha sufrido todas esas experiencias. (Y lo mismo creo que aplica a la mayoría de las personas que han vivido de primera mano las guerras, para no hablar de los atroces genocidios y las violencias sin sentidos).

[10] El capitán alemán Wilhelm Hosenfeld no solo salvó la vida de Szpilman, sino que también ayudó a proteger a otros polacos, incluyendo judíos. Falleció en un campo de concentración soviético en 1952. Pueden encontrar más informaciones en este enlace de Wikipedia.

[11] La pieza de Beethoven es el primer movimiento de su Sonata para piano n.º 14, Claro de luna. Si la memoria no me falla ahora (hace ya más de cuatro años que vi esa cinta por última vez), en la película no aparece Hosenfeld interpretando la pieza, pero sí se escucha la pieza en una escena que presenta a Szpilman escondiéndose. En mi caso interpreté la escena como el capitán tocando el piano en la otra sala, pero posteriormente he pensado que bien pudo haber sido solo el fondo musical acompañando la escena. En cualquier caso, pienso que la escena es un recordatorio de lo absurdo de esa gran tragedia.

Imagen
The Pianist, Lyubov Popova (1914). Fuente: Wikimedia Commons
http://commons.wikimedia.org/wiki/Image:Lyubov_Popova_-_The_Pianist.jpg



Sunday, August 31, 2008

The Hours

Lamentablemente las limitaciones del tiempo no me permiten escribir tanto como me gustaría. Reproduzco a continuación, con mínimas correciones, un mensaje electrónico que envié a varios amigos, el martes, 20 de mayo de 2003, con relación a la película The Hours (del director Stephen Daldry, 2002), que es una de mis favoritas.

From: Y.E.L.
Sent: Tuesday, May 20, 2003 3:22 AM
To:
Subject: The Hours

Mis estimados:

Desde hace varias semanas he estado siendo perseguido por el deseo de escribirles un mensaje para comentarles un poco la fortísima impresión que me dejó la película The Hours (Las horas). Lamentablemente diversos factores me habían impedido concretizarlo. Entre esos factores estaban la escasez del tiempo y la visita de Morfeo (el señor y amo de los sueños) a estas horas de la madrugada (que son las horas que frecuento el espacio cibernético), venciendo mi voluntad y deseo. Sin embargo, quizás el factor más importante era que simplemente no sabía con claridad qué exactamente plasmar en este mensaje.

Hoy, empero, con la ayuda de una dosis de chocolate caliente (una de mis debilidades) cerca del mediodía, que me ha dejado todo el día entero hiperactivo, parece que por fin toma forma el mensaje.

Existen películas que cuando acabo de verlas me dejan impactado y pensativo por un buen rato, sentado en la butaca de la sala del cine, sin deseos de salir de la sala. Son películas que de alguna manera me tocan profundamente. Películas como The Mission (La misión), Gandhi, Shine, Schindler’s List (La lista de Schindler), Moulin Rouge, etc. El impacto que describo se puede manifestar igualmente en el contacto con otras manifestaciones artísticas. Así, ese mismo tipo de impacto se percibe ocasionalmente cuando uno tiene la dicha de haber presenciado una gran interpretación de una pieza musical en una sala de concierto, solo que en esos momentos uno no se queda pensativo y callado, sino que se levanta de su asiento y aplaude con vehemencia, como deseando descargar la emoción percibida y contenida dentro de uno. No he tenido la fortuna de encontrarme con una pintura que me cause un impacto tan profundo y conmovedor que casi me haga llorar (como he leído que pasan con algunas personas, pero no he sido uno de esos afortunados). No lo hizo ni siquiera la Guernica de Picasso.

Recientemente pasaron por nuestras salas dos de esas películas. La primera de ellas fue The Pianist (El pianista) del afamado director polaco-francés Roman Polanski, en una función de una sola noche, hace poco más de dos meses, de un sábado en el pasado Festival de Cine de Santo Domingo. Lamentablemente la película aún no ha llegado a las salas comerciales del país. Si en alguna ocasión tienen la oportunidad de verla, no la dejen pasar. Es realmente un gran tributo al espíritu humano, basado en una historia real, con bellísimas piezas musicales de Chopin, a parte de mostrar hasta dónde puede conducirnos la intolerancia de los hombres. Es otra película que fácilmente la vería una o dos veces más.

La otra película fue The Hours, la cual vi un total de cuatro veces (!) en las seis a ocho semanas que estuvo proyectándose en las salas de estreno de Santo Domingo. Pensarán que soy ridículo, pero amén, si ustedes han recibido este mensaje es porque son amigos míos de confianza y no temo que vayan a pensar que soy ridículo.

¿En qué consiste esa especie de fascinación que me provocó la película The Hours? En su bellísima música (creo que original para esa película), usada magistralmente para dramatizar muchas escenas. Su extraordinario (en la acepción fuera-de-lo-ordinario) libreto y montaje (edición), con las escenas de las tres historias entrelazadas fluidamente. Las brillantes actuaciones de las tres actrices principales. Pero por encima de todo eso, creo que la película contiene escenas y diálogos que impactan profundamente y/o que llaman a la reflexión seria (por lo menos ocurrió conmigo).

La primera escena que me fascinó fue la de Virginia Woolf junto a su sobrinita realizando el «funeral» de la pequeña ave. La parte final de esa escena, con Virginia Woolf recostándose en el suelo y viendo a la difunta ave, dramatizada con el excelente tema musical de la película, muestra a la gran escritora compasiva (y quizás extraordinariamente sensible), cual tratando de comunicarse con el alma de la criatura (o quizás con Dios), mientras su hermana y los niños, ocupados en juegos triviales, permanecen totalmente ajenos a su introspección. La segunda escena fue la que se desarrolló en la estación del tren entre Virginia Woolf y su esposo. Las palabras que salieron de los labios de Nicole Kidman, interpretando a la escritora desgarrada por la existencia hiper-llana de Richmond, declarando finalmente que si tuviera que elegir entre esa vida y la muerte, preferiría esta última, tocan hondamente a las fibras. La escena concluye con unas palabras sabias: «You cannot find peace by avoiding life» («No puedes encontrar la paz evitando la vida»). La otra escena que deja mucho que pensar fue la escena de la Sra. Dalloway (Meryl Streep) con su hija, cuando le cuenta que en sus visita a Richard (el poeta) se siente llena de vida, pero a la vez percibe que éste le lanza esa mirada como diciéndole «Your life is so trivial» («Tu vida es tan trivial»), llena de cosas diarias, rutinarias. ¿No es eso realmente atemorizante que la vida de uno solo consista de esos detallitos rutinarios, sin rumbo, ni objetivos por los que verdaderamente valgan la pena luchar?

A mí se me hizo incomprensible que Chicago haya ganado el Óscar a la mejor película por encima de The Hours, y también de The pianist y hasta de Gangs of New York (con el perdón de M.). Me resulta aún más extraño por el hecho de que Moulin Rouge no haya ganado el año pasado (perdonen ahora L. y M.O.), siendo, para mí, una mejor película que Chicago.

Bueno, ya es suficiente, y paro ahora mis divagaciones a estas horas de la madrugada. Si algunos de ustedes tienen comentarios u opiniones, ¡sean estos bienvenidos!


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Virginia Woolf a sus 20 años. Foto por George Charles Beresford (1902). Fuente: Wikimedia Commons
http://commons.wikimedia.org/wiki/Image:VirginiaWoolf.jpg



Friday, August 15, 2008

Las fantasías del conductor

A veces tenemos prisa por llegar. Bastante prisa. Tanta que quisiéramos que nuestro vehículo se elevara unos metros ―al estilo batimóvil o las naves de La guerra de las galaxias― y vuele directo hasta nuestro destino. Como se elevaría a una altura diferente autorizada para cada vehículo, no encontraría obstáculos ni chocaría con otros.

Por cuanto eso no es aún posible en este planeta Tierra con la «atrasada» tecnología de principios de siglo XXI, en vez de eso quisiéramos que los demás vehículos y transeúntes se apartaran automáticamente de nuestro camino, tan pronto estén en el horizonte de nuestro vehículo, tal como las presas asustadas que esquivan a sus cazadores.

Naturalmente, eso tampoco sucede siempre. Existe la posibilidad de aplicar la filosofía de Maquiavelo: arrastremos todos los que se interpongan en nuestro camino, que allá vamos sin detenernos, sin pisar frenos. El fin justifica los medios. Bueno, para eso se necesitaría un supercoche que combine la fortaleza de un tanque blindado de guerra con la velocidad de un auto de Fórmula I. El problema es que tal vehículo aún no existe. Y de existir, el inconveniente sería que tendríamos que elegir una de las siguientes posibilidades: vivir en una selva sin ley, tener contratado un costoso equipo de brillantes abogados para sacarnos de los apuros legales, o estar dispuestos a pasar un largo tiempo detrás de las rejas.

Entonces le toca el turno a esta otra fantasía: si tan solo tuviésemos un auto de Fórmula I, pero (y esto sí que no puede faltar) hecho de material indestructible, recubierto de componentes amortiguadores (para la protección en los choques, aligerando las sacudidas y evitando las traumas indeseadas), que pueda transportarnos sin detenerse, sin la necesidad de esquivar los «necios» vehículos o transeúntes que aparezcan en nuestras rutas. Como los otros vehículos también estarían recubiertos de esos amortiguadores hechos de material «inteligente», indestructible y altamente flexible, choques por aquí, choques por allá, nunca causarían daños, solo pequeñas vibraciones, menos perceptibles que las sacudidas de los aviones.

Esa posibilidad, claro, existe actualmente solo en la fantasía. Y de existir la tecnología, esa solución tampoco parece ser demasiado inteligente. Mejor aún serían los coches guiados automáticamente por computadoras, que negocian automáticamente unos con otros para darse pasos mutuamente de acuerdo a las prioridades de los pasajeros. Si varios vehículos tienen pasajeros con la misma alta prioridad, automáticamente el primero recibirá la preferencia, o se pudiera establecer otros criterios para determinar las preferencias en tales circunstancias.

Para llegar a eso nos faltan aún muchos años. Mientras tanto existe esta otra posibilidad que es mucho más factible: nos convertimos en el superconductor, el superhumano, el más habilidoso, el más ágil, el que tiene la mejor vista, con los sentidos más alertas. ¿Imprudencia, choques? Qué va. Ni los mencionen. No chocaríamos contra esos «obstáculos indeseables» (es decir, los otros vehículos, los transeúntes, algunos animalitos o animalotes, unos cuantos árboles, etc.) porque con nuestra habilidad de superconductor claro que siempre podremos rebasarlos sin peligro o esquivarlos a tiempo, sin importar nuestra soberbia velocidad. Y que conste que no es por vanidad que manejamos a esa velocidad exagerada y extravagante, ni por el deseo de sentirnos superior a los demás conductores (o ¿será que es por eso?) Tampoco mencionen que es por el deseo de impresionar a los otros. O que nos hartamos de tantos embotellamientos y tantos vehículos en las calles. Nada de eso. Es sencillamente que tenemos la «necesidad» de transitar rápido para llegar rápido. Quizás se nos olvidó que teníamos que salir a tiempo; quizás valoramos mucho nuestro tiempo ―tanto que lo sobrevaloramos― y no deseamos «desperdiciarlo»; quizás ya estamos cansados y queremos llegar pronto para descansar. O quizás estamos simplemente divirtiéndonos con la velocidad, o echando una carrera de autos con amigos en plena calle, para liberar la adrenalina y sentir excitación. O quizás nos cae mal la lentitud o el aspecto del conductor del vehículo que va delante de nosotros, y necesitamos dejarlo atrás. Muchos otros quizás…

Quizás sí pasamos por alto que mientras nuestro ego, capricho y fantasía navegan por esas esferas, seguimos siendo humanos, simples humanos. Quizás también nos olvidamos de que cada vida humana es única e irrepetible, demasiado invaluable para arriesgarla tontamente. Y quizás sea ya demasiado tarde cuando nos recordamos de todo eso [1].


Nota
[1] Lamentamos mucho el trágico accidente automovilístico ocurrido hoy viernes, 15 de agosto de 2008, en la carretera La Romana-Higüey, en la zona este de la República Dominicana. Lo expresado en este texto no pretende, de ninguna manera, indicar, insinuar o especular sobre el posible origen del trágico suceso.

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Batimóvil de los años 1960. Fuente: Wikimedia Commons
http://commons.wikimedia.org/wiki/Image:1960s_Batmobile_(FMC).jpg